Sábado, 30 de marzo
de 2013.
Carta 11.- A los Jóvenes.
“Gobernar es Poblar.”
La
frase de Juan Bautista Alberdi vale más allá de muchísimas críticas correctas
que cayeron sobre su “concepción poblacional”. “Gobernar es poblar, en el
sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer
espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos.” “Mas, para
civilizar por medio de la población es preciso hacerlo con poblaciones
civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y en la industria es
preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en
industria, como sucede en los Estados Unidos.” “Todo lo que es
civilizado es europeo.” En fin, es la mentalidad liberal de mediados del siglo
XIX y no es de mi interés detenerme en consideraciones histórico-políticas.
Si,
en cambio, debemos observar que había claridad sobre la situación de desierto
que mostraba nuestro país. La Argentina de mediados del siglo XIX había
empezado a consolidar su frontera exterior más allá de la infinidad de
conflictos pendientes con los países limítrofes. Pero desde el punto de vista
de la soberanía del Estado moderno, tenía fronteras interiores en contradicción
con el dominio que, sobre extensas zonas del territorio, tenían los pueblos
originarios. La resolución racista y genocida resultó el más inhumano y
detestable de los caminos posibles. Absurdo además desde el objetivo de
“gobernar es poblar”. A través de la violencia y la imposición de condiciones a
los vencidos; para 1890 el Estado Nacional había desplegado su potestad sobre
toda nuestra geografía. Consolidando la mayor parte de las fronteras actuales,
salvo la que tiene que ver con el enclave colonial de Malvinas y todas sus
proyecciones. Así, sin considerar las Islas Malvinas, Sandwichs y Georgias del
Sur y su proyección Antártica, se consolidaba el dominio continental sobre un
área de 2.780.000 km2. Con una distancia entre Ushuaia y La Quiaca de 5171
kilómetros. Y otras distancias considerables entre la frontera del Este y del
Oeste que, en la lista de los países más grandes, nos ubica hoy en el 8vo
lugar. ¿Podía aquel Estado ejercer soberanía sobre tan extenso territorio?
¿Contaba con una población en capacidad de ocupar estratégicamente la
superficie? Creo que este aspecto cuantitativo es un elemento que no podemos
perder de vista en ningún momento.
El primer censo.
En
1869 se realiza el primer censo poblacional. El número de habitantes de aquel
año es 1.877.490. Para darnos una idea digamos que ese “número de habitantes”
representan hoy 2/3 partes de la población de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, que estarán ocupando una porción de territorio de 130 Km2. Es decir que
toda la población de 1869, hoy la podríamos reunir en esa superficie. Para este
juego de imaginación, dividamos los 130 Km2 por la superficie total del país;
nos da 0,005%. Es decir que el 99,995% de territorio permanecería despoblado.
Si, para 1869 no existían edificios de altura y el ejemplo resulta una
exageración a todas luces. Pero da una idea de las enormes zonas deshabitadas
que dominaban esta región y la necesidad imperiosa de ocuparlas para poder
realizar el proyecto en ciernes y brindar una mejor calidad de vida a la población.
Desde mi punto de vista este es un tema poco abordado en la Argentina de las
últimas décadas y se trata quizás del principal asunto estratégico, si es que
se trata de una Argentina que quiera realizar los mejores sueños de alcanzar “una
vida mejor para todos”.
El último censo.
El
27 de octubre de 2010 se realizó el último censo. Las fallas parecen haber sido
muchas. Seguramente en los anteriores también las hubo. Son los números que
tenemos y sirven de guía. La población total era de 40.117.096
habitantes. Digamos 15 habitantes por Km2. En 140 años multiplicamos en más de
20 veces nuestra población. Mirándonos introspectivamente no está nada mal.
El
asunto que el crecimiento de la población es un fenómeno mundial y
necesariamente nos lleva a observar la situación en la que se encuentran otras
naciones. Resulta interesante comparar el número de habitantes en relación a la
superficie (densidad demográfica) y ver si guarda correspondencia con otros países.
Como se trata de números, los podemos manejar de distinta manera. El ejercicio
que propongo es observar la “densidad demográfica” de países con los que
tenemos alguna familiaridad y sobre ese número proyectar la cantidad de
personas que podrían habitar el suelo argentino.
Si
fuera España, un país de densidad intermedia 94 hab/km2, nuestra población
sería de 260 millones de habitantes. Si tomáramos Italia 198 hab/km2 seríamos
568 millones. En el caso de Alemania con 230 hab/km2 estaríamos en 660
millones. El Reino Unido con quien tenemos una confrontación de 180 años, tiene
una densidad de 264 hab/km2, en ese caso el número superaría los 750
millones. Sorprende verdad. Si nos mudamos de continente las cosas pueden no
cambiar. Japón tiene 337 hab/km2, ahora el número da 967 millones. Y si fueran
los 397 de la India estaríamos superando los 1.000 millones. ¡¡¡Que tal!!! La
verdad es que podríamos compararnos con países más cercanos. Colombia 41 hab/km2
= 117 millones. Venezuela 32 hab/km2 = 92 millones. Chile 22 hab/km2 = 63
millones. Y por ejemplo Brasil 23 hab/km2 = 66.000.000.
Debemos
ser conscientes que somos pocos. Aunque hay países más despoblados que el
nuestro, esta geografía demanda más población. Y esto es toda una definición
política: queremos y necesitamos más población.
Otro dato relevante.
En
1950 la economía argentina era la más pujante de América Latina. Superior a la
de Brasil, aunque esto resulte difícil asimilar para un joven. Para ese
entonces en casi todas las áreas, Argentina tenía mayor desarrollo. No vamos a
hacer ninguna historia comparativa. Simplemente vamos a señalar que en aquel
año la población de nuestro país era de 17,7 millones y la de Brasil de 53,3.
La relación poblacional era 1 a 3. Pasaron los años y en 2010 nosotros llegamos
a 40,1 y ellos a 194,9. La diferencia se extendió a 1 a 4,86. Casi 5 a 1.-
¿Qué nos está pasando?
Algunos
se muestran contentos porque alguno de nuestros índices se corresponde con los
países de mayor desarrollo. Las sociedades maduras o viejas. Sin embargo mi
pensamiento es que hay intereses concretos para que mantengamos el carácter
actual de neo-colonia. Y al saqueo y la contaminación no se opone la
naturaleza, se oponen las personas, principalmente los habitantes de un
determinado lugar. Menos población menos resistencia. Esto es una mirada
conspirativa. Pero creo que a poco que investiguemos algunos documentos que por
lo menos vienen de la década del 60, veremos que es algo más que una mirada.
Un
dato relevante es la tasa de crecimiento media anual. El crecimiento de la
población proviene, básicamente, de la natalidad. Se habla de una tasa de
natalidad al ubicar la relación: nacimientos/población por 1.000. A esto
deberemos restar la mortalidad. Muertos/población por 1.000 nos da la tasa de
mortalidad. Y hay que tener en cuenta el balance migratorio. Extranjeros que
vienen a vivir a la Argentina menos argentinos que van a vivir a otros países.
Si
ahora observamos la tasa media de crecimiento nos vamos a encontrar con esta
serie histórica:
entre
1895 y 1914 fue de 36,0;
entre
1915 y 1947 de 20,4,
entre
1947 y 1960 de 17,9;
hasta
1970 de 15,6;
hasta
1980 de 18,1;
hasta
1991 de 14,7 y
hasta
el 2001 de 10,1.
Como se ve hay una baja casi constante en la tasa de crecimiento de
nuestra población.
Podríamos
sumar que la expectativa de vida se incrementó sustancialmente pasando de 40
años hace un siglo a 75 en la actualidad. Entonces ¿Por qué no somos muchos
más? Porque disminuyó la inmigración y la tasa de nacimiento.
Dice
Graciela Sommariva que: “El número de hijos por mujer ha ido descendiendo
paulatinamente, pasando de 3,15 en el quinquenio 1970-1975 a 2,35 en el
quinquenio 2.000-2005. Se calcula que el número de hijos por mujer en el
período 2020-2025 se situará en dos y que en 2045-2050 esta cifra se reducirá a
1,85. La tasa bruta de natalidad, que era de 23,4 nacimientos por cada mil
habitantes en el quinquenio 1970-1975, descendió a 19,7 entre 2000-2005. Las
previsiones son 2020-2025 de 14,7 y 2045-2050 de 11,9 nacimientos por cada mil
habitantes.” Es decir, la previsión es que proporcionalmente vamos a reducir la
cantidad de habitantes. En América Latina y el Caribe en 1950 nuestra población
representaba el 10,6 del total. En la actualidad el 6,8. A nivel mundial somos
el 0,6% de la población. Luego seguiremos bajando nuestra proporción y seremos
un país más débil. Con mayores dificultades para defender nuestros bienes
naturales, nuestra soberanía y a nuestra gente.
¿Cómo ocupamos el territorio nacional?
Ya
vimos que somos pocos. Ahora ¿cómo se distribuye la población en la Argentina?
Para un primer análisis dividamos el país en tres grandes zonas. Zona Norte,
Zona Centro y Zona Sur.
Ahora armemos una tabla.
Zona Norte.
Provincia
|
Número de habitantes.
|
Superficie
Km2
|
Densidad demográfica
|
Jujuy
|
673.307
|
53.219km2
|
12,7
|
Salta
|
1.214.441
|
155.488km2
|
7,8
|
Catamarca
|
367.828
|
102.602km2
|
3,6
|
Tucumán
|
1.448.188
|
22.524km2
|
64,3
|
Santiago del Estero
|
874.006
|
136.351km2
|
6,4
|
Formosa
|
530.162
|
72.066km2
|
7,4
|
Chaco
|
1.055.259
|
99.633km2
|
10,6
|
Corrientes
|
992.595
|
88.199km2
|
11,3
|
Misiones
|
1.101.593
|
29.801km2
|
37,0
|
Total
|
8.257.379
|
759.883
|
10,87
|
La densidad
marca la escasa población, dado que está por debajo de la media nacional.
Concentra los índices de pobreza e indigencia más altos del país. Y muestra el
retraso en el que se mantuvo durante los dos siglos de vida independiente,
fruto de un modelo de organización nacional con eje en Buenos Aires. Una parte
de su población emigra hacia zonas con mejores posibilidades de
desenvolvimiento económico.
Zona Centro.
Capital Federal
|
2.890.151
|
200 Km2
|
14.450,8
|
Buenos Aires
|
15.625.084
|
307.571 Km2
|
50,8
|
Entre Ríos
|
1.235.994
|
78.781km2
|
15,7
|
Santa Fe
|
3.194.537
|
133.007km2
|
24,0
|
Córdoba
|
3.308.876
|
165.321km2
|
20,0
|
Mendoza
|
1.738.929
|
148.827km2
|
11,7
|
San Luis
|
432.310
|
76.748km2
|
5,6
|
San Juan
|
681.055
|
89.651km2
|
7,6
|
La Rioja
|
333.642
|
89.680km2
|
3,7
|
Total
|
29.440.578
|
1.089.786
|
27,0
|
Esta zona concentra el grueso de la
población argentina, más del 70% y la más alta densidad. Es la zona más
dinámica por excelencia. No obstante, es interesante señalar que en los 200 km2
de la CABA, más los 3.680 km2 de los 24 Partidos más grandes del Gran
Buenos Aires, se concentra una población de 12.806.866 habitantes. Es decir en
3.880 km2, apenas el 0,14% del territorio, el 32% de la población. Buena parte
del territorio tiene una densidad demográfica casi inexistente.
Zona Sur.
La Pampa
|
318.951
|
143.440km2
|
2,2
|
Neuquén
|
551.266
|
94.078km2
|
5,9
|
Río Negro
|
638.645
|
203.013km2
|
3,1
|
Chubut
|
509.108
|
224.686km2
|
2,3
|
Santa Cruz
|
273.964
|
243.943km2
|
1,1
|
Tierra del Fuego
|
127.205
|
987.168km2
|
0,1
|
Total
|
2.419.139
|
1.896.328
|
1,27
|
“Si
se considera sólo la Isla Grande de Tierra del Fuego (departamentos Ushuaia y
Río Grande), la superficie es de 21.571 km² y la densidad es 5,9 hab/km².”
Si
dejáramos la isla de Tierra del Fuego y su proyección de lado, tendríamos una
densidad de: 2.291.934 hab/909.160km2=2,52. Es decir, en la mitad sur de
nuestro territorio, tenemos un habitante cada 0,4 km2 o 40 has. Es un enorme
desierto repleto de riquezas de todo tipo. Debemos marchar hacia su ocupación y
quizás en otra carta analicemos el viejo proyecto de trasladar la Capital al
Sur.
La ley del Malthus
“En
1798 en el Ensayo sobre el principio de
población, Thomas Robert Malthus,… desarrolla la teoría de que la población
crece más rápidamente que los recursos, conduciendo a una progresiva
pauperización…” En términos porteños podríamos decir que Malthus era un
verdadero “hijo de puta”. El tipo esperaba que las catástrofes naturales
eliminaran el exceso de población. Y si con eso no alcanzaba, estaban las
guerras, las epidemias no controladas, la desatención de la salud de los
pobres, etc. Sostenía "… que la capacidad de crecimiento de la población
es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos
para el hombre. La Población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión
geométrica. Los alimentos tan sólo aumentan en progresión aritmética. Basta con
poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa
diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas. No veo manera por la que
el hombre pueda eludir el peso de esta ley, que abarca y penetra toda la
naturaleza animada. Ninguna pretendida igualdad, ninguna reglamentación
agraria, por radical que sea, podrá eliminar, durante un siglo siquiera, la
presión de esta ley, que aparece, pues, como decididamente opuesta a la posible
existencia de una sociedad cuyos miembros puedan todos tener una vida de
reposo, felicidad y relativa holganza y no sientan ansiedad ante la dificultad
de proveerse de los medios de subsistencia que necesitan ellos y sus
familias."
Traigo
a colación esta mentalidad porque es lo que piensa el Imperio sobre la
población de los países más atrasados. De manera que resulta de una ingenuidad
absoluta pensar que podemos tener “una vida de reposo, felicidad y relativa
holganza” sin que las necesidades vitales de las economías más poderosas vengan
a perturbarnos. El agua, la energía, los alimentos, los minerales, etc. ¿Serán
patrimonio de una población cuya buena voluntad es convocar a un buen vivir
para todos o por el contrario, será la materia prima de un capitalismo voraz y
depredador que explota a las personas y a la naturaleza buscando siempre la
máxima rentabilidad? Para defender nuestro proyecto debemos ser muchos más
ocupando de manera inteligente la totalidad del territorio nacional.
El papel de los países centrales.
Los
principales organismos internacionales tienen una propuesta funcional a los
intereses de los países centrales. Buscan generar “doctrina” en las élites de
los países dependientes. Así podemos leer su razonable prédica: “Debido a las
rápidas tasas de crecimiento de la población, los países pueden tener dificultades
para elevar los niveles de vida y proteger el medio ambiente, porque cuanto
mayor es el número de personas, tanto mayores serán las necesidades de
alimentos, atención de la salud, educación, vivienda, tierra, puestos de
trabajo y energía. Cuando aumenta la población de un país, la riqueza debe
distribuirse entre más personas, lo que hace que disminuya el PBI per cápita,
por lo menos en el corto plazo.” Estas afirmaciones son generalidades que no se
verifican en la realidad. (En las últimas décadas los países de mayor
crecimiento son los que tienen mayor población, empezando por China.) Puestas
sobre nuestro territorio las podríamos traducir así: “no toquen esos
gigantescos bienes naturales que los estamos necesitando. Actualmente nos
llevamos una parte, más adelante vendremos por el resto.” El gobierno actual
trabaja sin hipótesis de conflicto. Esto conforma un grosero error.
Sigamos:
“La atención de las necesidades de una población en rápido crecimiento puede
ser un gran desafío para la capacidad de un país de administrar sus recursos
naturales de manera sostenible. Por ejemplo, la gente puede no tener acceso a
agua potable porque un número cada vez mayor de hogares, granjas y fábricas
utilizan cada vez más agua. Puede producirse deforestación al cortarse árboles
para conseguir leña para cocinar, madera para la construcción o tierras para
pastoreo y tareas agrícolas. Puede producirse desertificación al agotarse los
nutrientes de las tierras que han sido intensamente cultivadas al desaparecer
los árboles cuyos sistemas de raíces afirmaban el suelo. La atmósfera puede
contaminarse al aumentar el número de personas que vive en las ciudades y el de
automóviles, al utilizar la gente cada vez más energía y los países al seguir industrializándose.”
Que
cosa sorprendente. I.- La gente podría no tener acceso al agua por su ingente
consumo, mientras las mineras pueden consumir el agua más pura del mundo (la de
los glaciares) por millones de litros para extraer metales. En algún caso tan
poco útil como el oro. II.- La deforestación provendría de cortar árboles para
conseguir leña para cocinar y no de la expansión a mansalva de la frontera para
el monocultivo de soja transgénica. III.- Puede sobrevenir una desertificación
por el uso intensivo de la tierra para cultivos y ni una palabra de los
agro-tóxicos. IV.- Los automóviles de estas nuevas grandes ciudades
contaminarían el ambiente, no así los de Nueva York, Londres o Tokio. V.- El
aumento en el consumo de energía también acarrearía consecuencias muy duras, en
cambio sobre el 20% más rico de la humanidad que consume el 84% de la energía,
ni una palabra. ¿Quién les paga a estos funcionarios? Sobre las espaldas de los
pueblos con menor desarrollo hacen caer todas las responsabilidades del futuro
de la humanidad. Mientras tanto Monsanto, la Barrick Gold, Chevron, British
Petroleum, Phillip Morris, etc., serían las que aportan al
desarrollo sustentable y el bienestar. Esto también lo compra una parte de
nuestra dirigencia.
Las
naciones más vigorosas intentan poner a los países periféricos al servicio de
sus necesidades. Somos nosotros, en cambio, los que debemos elaborar nuestro
propio proyecto de vida. La única solución es la planificación inteligente y
democrática. Unidad al interior de la Nación en torno a estos objetivos y
unidad con los pueblos hermanos que sufren los mismos intentos de saqueo y
explotación.
Nuestro interés.
La
intención de esta carta es tratar de incorporar el tema al debate, observar dónde
se sitúa el interés nacional, plantear que el asunto es estratégico y no hay
posiciones neutrales y finalmente analizarlo desde un punto de vista
cuantitativo. El análisis cualitativo debe tener en consideración un conjunto
amplio de datos sobre los que avanzaremos en otras cartas. Queda claro que el
simple planteo enciende una luz roja sobre el futuro de la Argentina, si es que
no nos damos una política de acelerar el crecimiento de nuestra población.
El futuro.
Alguien
puede decir que la tasa de natalidad está determinada por la voluntad de las
“familias” o las “mujeres” de tener hijos. Que, además, el balance migratorio
resultará neutro para la Argentina conforme indica la Cepal. Y que, por tanto,
es poco lo que pueden hacer las políticas públicas para llevar a un número
mayor la cantidad de nuestros habitantes. No creo eso.
El
Estado tiene un papel clave en este asunto. En primer lugar debe revalorizar el
rol de la familia en todas sus variantes. Y poner en el mundo simbólico o
cultural esta tensión entre existencia y trascendencia que anida en todos. Se
trata de vivir una buena vida y dejar muchas semillas para la vida por venir.
La trascendencia está dada por invertir porciones de vida propia en otras
vidas. Presentes y futuras.
Por
eso creo que es hora de reivindicar el más maravilloso eslabón de la vida que
es la madre con su hijo. Protegerlo y enaltecerlo. Crear las condiciones culturales,
económicas, educativas y sociales, para apreciar que cada niño que nace es una
dicha y que la sociedad en su conjunto retome la idea que es la fuente de la
felicidad. La sociedad moderna ha logrado disminuir el número de recién
nacidos. Esto podrá ser bueno para otras sociedades, pero no para la nuestra.
Estamos, a veces, tan colonizados mentalmente que hacemos “nuestros” los
problemas de los “otros”. Y dejamos de entender que los otros nunca se
encargarán de los nuestros problemas. En todo caso los profundizarán.
Pensar
en una mayor natalidad es tener planteado el desafío de la nutrición, la salud,
la educación, la vivienda, la justicia, la infraestructura. No se trata de
improvisar. De la misma manera si pensamos en incrementar la inmigración. Todo
esto defendiendo el ambiente, porque nadie puede tener mayor interés en un
“ambiente sano” que el que habita un lugar y tiene conciencia su importancia.
En
nuestro inmenso territorio podemos crear nuevas ciudades y pueblos. Y generar
nuevas fuentes productivas aprovechando las ventajas comparativas del lugar que
se habita. La imaginación al Poder,
panfleteo el mayo francés del 68’. Inventamos
o erramos, sostuvo Simón Rodríguez el maestro de Bolívar. Y las consignas
mantienen toda su fuerza para los pueblos jóvenes y vigorosos como el nuestro.
Amamos
tan profundamente a nuestra Argentina que sentimos la necesidad que sea la cuna
de millones de nuevas vidas. Defender este proyecto con decisión es un deber,
si no queremos echar por la borda el mejor de los sueños.
Mario
Mazzitelli.
Sec.
Gral. Nac. del PSA (Argentino)
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