viernes, 13 de septiembre de 2013

Carta 11 - "Gobernar es poblar."

Sábado, 30 de marzo de 2013.
Carta 11.- A los Jóvenes.
Gobernar es Poblar.”


                        La frase de Juan Bautista Alberdi vale más allá de muchísimas críticas correctas que cayeron sobre su “concepción poblacional”. “Gobernar es poblar, en el sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos.” “Mas, para civilizar por medio de la población es preciso hacerlo con poblaciones civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y en la industria es preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en industria, como sucede en los Estados Unidos.”  “Todo lo que es civilizado es europeo.” En fin, es la mentalidad liberal de mediados del siglo XIX y no es de mi interés detenerme en consideraciones histórico-políticas.
                        Si, en cambio, debemos observar que había claridad sobre la situación de desierto que mostraba nuestro país. La Argentina de mediados del siglo XIX había empezado a consolidar su frontera exterior más allá de la infinidad de conflictos pendientes con los países limítrofes. Pero desde el punto de vista de la soberanía del Estado moderno, tenía fronteras interiores en contradicción con el dominio que, sobre extensas zonas del territorio, tenían los pueblos originarios. La resolución racista y genocida resultó el más inhumano y detestable de los caminos posibles. Absurdo además desde el objetivo de “gobernar es poblar”. A través de la violencia y la imposición de condiciones a los vencidos; para 1890 el Estado Nacional había desplegado su potestad sobre toda nuestra geografía. Consolidando la mayor parte de las fronteras actuales, salvo la que tiene que ver con el enclave colonial de Malvinas y todas sus proyecciones. Así, sin considerar las Islas Malvinas, Sandwichs y Georgias del Sur y su proyección Antártica, se consolidaba el dominio continental sobre un área de 2.780.000 km2. Con una distancia entre Ushuaia y La Quiaca de 5171 kilómetros. Y otras distancias considerables entre la frontera del Este y del Oeste que, en la lista de los países más grandes, nos ubica hoy en el 8vo lugar. ¿Podía aquel Estado ejercer soberanía sobre tan extenso territorio? ¿Contaba con una población en capacidad de ocupar estratégicamente la superficie? Creo que este aspecto cuantitativo es un elemento que no podemos perder de vista en ningún momento.


El primer censo.

                        En 1869 se realiza el primer censo poblacional. El número de habitantes de aquel año es 1.877.490. Para darnos una idea digamos que ese “número de habitantes” representan hoy 2/3 partes de la población de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que estarán ocupando una porción de territorio de 130 Km2. Es decir que toda la población de 1869, hoy la podríamos reunir en esa superficie. Para este juego de imaginación, dividamos los 130 Km2 por la superficie total del país; nos da 0,005%. Es decir que el 99,995% de territorio permanecería despoblado. Si, para 1869 no existían edificios de altura y el ejemplo resulta una exageración a todas luces. Pero da una idea de las enormes zonas deshabitadas que dominaban esta región y la necesidad imperiosa de ocuparlas para poder realizar el proyecto en ciernes y brindar una mejor calidad de vida a la población. Desde mi punto de vista este es un tema poco abordado en la Argentina de las últimas décadas y se trata quizás del principal asunto estratégico, si es que se trata de una Argentina que quiera realizar los mejores sueños de alcanzar “una vida mejor para todos”.


El último censo.

                        El 27 de octubre de 2010 se realizó el último censo. Las fallas parecen haber sido muchas. Seguramente en los anteriores también las hubo. Son los números que tenemos y sirven de guía. La población total era de  40.117.096 habitantes. Digamos 15 habitantes por Km2. En 140 años multiplicamos en más de 20 veces nuestra población. Mirándonos introspectivamente no está nada mal.
                        El asunto que el crecimiento de la población es un fenómeno mundial y necesariamente nos lleva a observar la situación en la que se encuentran otras naciones. Resulta interesante comparar el número de habitantes en relación a la superficie (densidad demográfica) y ver si guarda correspondencia con otros países. Como se trata de números, los podemos manejar de distinta manera. El ejercicio que propongo es observar la “densidad demográfica” de países con los que tenemos alguna familiaridad y sobre ese número proyectar la cantidad de personas que podrían habitar el suelo argentino.  
                        Si fuera España, un país de densidad intermedia 94 hab/km2, nuestra población sería de 260 millones de habitantes. Si tomáramos Italia 198 hab/km2 seríamos 568 millones. En el caso de Alemania con 230 hab/km2 estaríamos en 660 millones. El Reino Unido con quien tenemos una confrontación de 180 años, tiene una densidad de 264 hab/km2, en ese caso el número superaría los 750 millones. Sorprende verdad. Si nos mudamos de continente las cosas pueden no cambiar. Japón tiene 337 hab/km2, ahora el número da 967 millones. Y si fueran los 397 de la India estaríamos superando los 1.000 millones. ¡¡¡Que tal!!! La verdad es que podríamos compararnos con países más cercanos. Colombia 41  hab/km2 = 117 millones. Venezuela 32 hab/km2 = 92 millones. Chile 22 hab/km2 = 63 millones. Y por ejemplo Brasil 23 hab/km2 = 66.000.000.
                        Debemos ser conscientes que somos pocos. Aunque hay países más despoblados que el nuestro, esta geografía demanda más población. Y esto es toda una definición política: queremos y necesitamos más población.


Otro dato relevante.

                        En 1950 la economía argentina era la más pujante de América Latina. Superior a la de Brasil, aunque esto resulte difícil asimilar para un joven. Para ese entonces en casi todas las áreas, Argentina tenía mayor desarrollo. No vamos a hacer ninguna historia comparativa. Simplemente vamos a señalar que en aquel año la población de nuestro país era de 17,7 millones y la de Brasil de 53,3. La relación poblacional era 1 a 3. Pasaron los años y en 2010 nosotros llegamos a 40,1 y ellos a 194,9. La diferencia se extendió a 1 a 4,86. Casi 5 a 1.-


¿Qué nos está pasando?

                        Algunos se muestran contentos porque alguno de nuestros índices se corresponde con los países de mayor desarrollo. Las sociedades maduras o viejas. Sin embargo mi pensamiento es que hay intereses concretos para que mantengamos el carácter actual de neo-colonia. Y al saqueo y la contaminación no se opone la naturaleza, se oponen las personas, principalmente los habitantes de un determinado lugar. Menos población menos resistencia. Esto es una mirada conspirativa. Pero creo que a poco que investiguemos algunos documentos que por lo menos vienen de la década del 60, veremos que es algo más que una mirada.
                        Un dato relevante es la tasa de crecimiento media anual. El crecimiento de la población proviene, básicamente, de la natalidad. Se habla de una tasa de natalidad al ubicar la relación: nacimientos/población por 1.000. A esto deberemos restar la mortalidad. Muertos/población por 1.000 nos da la tasa de mortalidad. Y hay que tener en cuenta el balance migratorio. Extranjeros que vienen a vivir a la Argentina menos argentinos que van a vivir a otros países.

                        Si ahora observamos la tasa media de crecimiento nos vamos a encontrar con esta serie histórica:

                        entre 1895 y 1914 fue de 36,0;
                        entre 1915 y 1947 de 20,4,
                        entre 1947 y 1960 de 17,9;
                        hasta 1970 de 15,6;
                        hasta 1980 de 18,1;
                        hasta 1991 de 14,7 y
                        hasta el 2001 de 10,1.

Como se ve hay una baja casi constante en la tasa de crecimiento de nuestra población.

                        Podríamos sumar que la expectativa de vida se incrementó sustancialmente pasando de 40 años hace un siglo a 75 en la actualidad. Entonces ¿Por qué no somos muchos más? Porque disminuyó la inmigración y la tasa de nacimiento.
                        Dice Graciela Sommariva que: “El número de hijos por mujer ha ido descendiendo paulatinamente, pasando de 3,15 en el quinquenio 1970-1975 a 2,35 en el quinquenio 2.000-2005. Se calcula que el número de hijos por mujer en el período 2020-2025 se situará en dos y que en 2045-2050 esta cifra se reducirá a 1,85. La tasa bruta de natalidad, que era de 23,4 nacimientos por cada mil habitantes en el quinquenio 1970-1975, descendió a 19,7 entre 2000-2005. Las previsiones son 2020-2025 de 14,7 y 2045-2050 de 11,9 nacimientos por cada mil habitantes.” Es decir, la previsión es que proporcionalmente vamos a reducir la cantidad de habitantes. En América Latina y el Caribe en 1950 nuestra población representaba el 10,6 del total. En la actualidad el 6,8. A nivel mundial somos el 0,6% de la población. Luego seguiremos bajando nuestra proporción y seremos un país más débil. Con mayores dificultades para defender nuestros bienes naturales, nuestra soberanía y a nuestra gente.


¿Cómo ocupamos el territorio nacional?

                        Ya vimos que somos pocos. Ahora ¿cómo se distribuye la población en la Argentina? Para un primer análisis dividamos el país en tres grandes zonas. Zona Norte, Zona Centro y Zona Sur.


Ahora armemos una tabla.

Zona Norte.
Provincia
Número de habitantes.
Superficie
Km2
Densidad demográfica
Jujuy
673.307
53.219km2
12,7
Salta
1.214.441
155.488km2
7,8
Catamarca
367.828
102.602km2
3,6
Tucumán
1.448.188
22.524km2
64,3
Santiago del Estero
874.006
136.351km2
6,4
Formosa
530.162
72.066km2
7,4
Chaco
1.055.259
99.633km2
10,6
Corrientes
992.595
88.199km2     
11,3
Misiones
1.101.593
29.801km2
37,0
Total
8.257.379
759.883
10,87

                      La densidad marca la escasa población, dado que está por debajo de la media nacional. Concentra los índices de pobreza e indigencia más altos del país. Y muestra el retraso en el que se mantuvo durante los dos siglos de vida independiente, fruto de un modelo de organización nacional con eje en Buenos Aires. Una parte de su población emigra hacia zonas con mejores posibilidades de desenvolvimiento económico.

Zona Centro.
Capital Federal
2.890.151
200 Km2
14.450,8
Buenos Aires
15.625.084
307.571 Km2
50,8
Entre Ríos
1.235.994
78.781km2
15,7
Santa Fe
3.194.537
133.007km2
24,0                                  
Córdoba
3.308.876
165.321km2   
20,0
Mendoza
1.738.929
148.827km2
11,7
San Luis
432.310
76.748km2     
5,6
San Juan
681.055
89.651km2     
7,6
La Rioja
333.642
89.680km2
3,7
Total
29.440.578
1.089.786
27,0

          Esta zona concentra el grueso de la población argentina, más del 70% y la más alta densidad. Es la zona más dinámica por excelencia. No obstante, es interesante señalar que en los 200 km2 de la CABA, más los 3.680 km2 de los 24 Partidos más grandes del Gran Buenos Aires, se concentra una población de 12.806.866 habitantes. Es decir en 3.880 km2, apenas el 0,14% del territorio, el 32% de la población. Buena parte del territorio tiene una densidad demográfica casi inexistente.

Zona Sur.
La Pampa
318.951
143.440km2   
2,2
Neuquén
551.266
94.078km2
5,9
Río Negro
638.645
203.013km2   
3,1
Chubut
509.108
224.686km2
2,3
Santa Cruz
273.964
243.943km2
1,1
Tierra del Fuego
127.205
987.168km2
0,1
Total
2.419.139
1.896.328
1,27

                       “Si se considera sólo la Isla Grande de Tierra del Fuego (departamentos Ushuaia y Río Grande), la superficie es de 21.571 km² y la densidad es 5,9 hab/km².”
                       Si dejáramos la isla de Tierra del Fuego y su proyección de lado, tendríamos una densidad de: 2.291.934 hab/909.160km2=2,52. Es decir, en la mitad sur de nuestro territorio, tenemos un habitante cada 0,4 km2 o 40 has. Es un enorme desierto repleto de riquezas de todo tipo. Debemos marchar hacia su ocupación y quizás en otra carta analicemos el viejo proyecto de trasladar la Capital al Sur.


La ley del Malthus

                        “En 1798 en el Ensayo sobre el principio de población, Thomas Robert Malthus,… desarrolla la teoría de que la población crece más rápidamente que los recursos, conduciendo a una progresiva pauperización…” En términos porteños podríamos decir que Malthus era un verdadero “hijo de puta”. El tipo esperaba que las catástrofes naturales eliminaran el exceso de población. Y si con eso no alcanzaba, estaban las guerras, las epidemias no controladas, la desatención de la salud de los pobres, etc. Sostenía "… que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La Población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos tan sólo aumentan en progresión aritmética. Basta con poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas. No veo manera por la que el hombre pueda eludir el peso de esta ley, que abarca y penetra toda la naturaleza animada. Ninguna pretendida igualdad, ninguna reglamentación agraria, por radical que sea, podrá eliminar, durante un siglo siquiera, la presión de esta ley, que aparece, pues, como decididamente opuesta a la posible existencia de una sociedad cuyos miembros puedan todos tener una vida de reposo, felicidad y relativa holganza y no sientan ansiedad ante la dificultad de proveerse de los medios de subsistencia que necesitan ellos y sus familias."                  
                        Traigo a colación esta mentalidad porque es lo que piensa el Imperio sobre la población de los países más atrasados. De manera que resulta de una ingenuidad absoluta pensar que podemos tener “una vida de reposo, felicidad y relativa holganza” sin que las necesidades vitales de las economías más poderosas vengan a perturbarnos. El agua, la energía, los alimentos, los minerales, etc. ¿Serán patrimonio de una población cuya buena voluntad es convocar a un buen vivir para todos o por el contrario, será la materia prima de un capitalismo voraz y depredador que explota a las personas y a la naturaleza buscando siempre la máxima rentabilidad? Para defender nuestro proyecto debemos ser muchos más ocupando de manera inteligente la totalidad del territorio nacional.


El papel de los países centrales.

                        Los principales organismos internacionales tienen una propuesta funcional a los intereses de los países centrales. Buscan generar “doctrina” en las élites de los países dependientes. Así podemos leer su razonable prédica: “Debido a las rápidas tasas de crecimiento de la población, los países pueden tener dificultades para elevar los niveles de vida y proteger el medio ambiente, porque cuanto mayor es el número de personas, tanto mayores serán las necesidades de alimentos, atención de la salud, educación, vivienda, tierra, puestos de trabajo y energía. Cuando aumenta la población de un país, la riqueza debe distribuirse entre más personas, lo que hace que disminuya el PBI per cápita, por lo menos en el corto plazo.” Estas afirmaciones son generalidades que no se verifican en la realidad. (En las últimas décadas los países de mayor crecimiento son los que tienen mayor población, empezando por China.) Puestas sobre nuestro territorio las podríamos traducir así: “no toquen esos gigantescos bienes naturales que los estamos necesitando. Actualmente nos llevamos una parte, más adelante vendremos por el resto.” El gobierno actual trabaja sin hipótesis de conflicto. Esto conforma un grosero error.
                        Sigamos: “La atención de las necesidades de una población en rápido crecimiento puede ser un gran desafío para la capacidad de un país de administrar sus recursos naturales de manera sostenible. Por ejemplo, la gente puede no tener acceso a agua potable porque un número cada vez mayor de hogares, granjas y fábricas utilizan cada vez más agua. Puede producirse deforestación al cortarse árboles para conseguir leña para cocinar, madera para la construcción o tierras para pastoreo y tareas agrícolas. Puede producirse desertificación al agotarse los nutrientes de las tierras que han sido intensamente cultivadas al desaparecer los árboles cuyos sistemas de raíces afirmaban el suelo. La atmósfera puede contaminarse al aumentar el número de personas que vive en las ciudades y el de automóviles, al utilizar la gente cada vez más energía y los países al seguir industrializándose.”
                        Que cosa sorprendente. I.- La gente podría no tener acceso al agua por su ingente consumo, mientras las mineras pueden consumir el agua más pura del mundo (la de los glaciares) por millones de litros para extraer metales. En algún caso tan poco útil como el oro. II.- La deforestación provendría de cortar árboles para conseguir leña para cocinar y no de la expansión a mansalva de la frontera para el monocultivo de soja transgénica. III.- Puede sobrevenir una desertificación por el uso intensivo de la tierra para cultivos y ni una palabra de los agro-tóxicos. IV.- Los automóviles de estas nuevas grandes ciudades contaminarían el ambiente, no así los de Nueva York, Londres o Tokio. V.- El aumento en el consumo de energía también acarrearía consecuencias muy duras, en cambio sobre el 20% más rico de la humanidad que consume el 84% de la energía, ni una palabra. ¿Quién les paga a estos funcionarios? Sobre las espaldas de los pueblos con menor desarrollo hacen caer todas las responsabilidades del futuro de la humanidad. Mientras tanto Monsanto, la Barrick Gold, Chevron, British Petroleum,  Phillip Morris, etc., serían las que aportan al desarrollo sustentable y el bienestar. Esto también lo compra una parte de nuestra dirigencia.
                        Las naciones más vigorosas intentan poner a los países periféricos al servicio de sus necesidades. Somos nosotros, en cambio, los que debemos elaborar nuestro propio proyecto de vida. La única solución es la planificación inteligente y democrática. Unidad al interior de la Nación en torno a estos objetivos y unidad con los pueblos hermanos que sufren los mismos intentos de saqueo y explotación.


Nuestro interés.

                        La intención de esta carta es tratar de incorporar el tema al debate, observar dónde se sitúa el interés nacional, plantear que el asunto es estratégico y no hay posiciones neutrales y finalmente analizarlo desde un punto de vista cuantitativo. El análisis cualitativo debe tener en consideración un conjunto amplio de datos sobre los que avanzaremos en otras cartas. Queda claro que el simple planteo enciende una luz roja sobre el futuro de la Argentina, si es que no nos damos una política de acelerar el crecimiento de nuestra población.


El futuro.

                        Alguien puede decir que la tasa de natalidad está determinada por la voluntad de las “familias” o las “mujeres” de tener hijos. Que, además, el balance migratorio resultará neutro para la Argentina conforme indica la Cepal. Y que, por tanto, es poco lo que pueden hacer las políticas públicas para llevar a un número mayor la cantidad de nuestros habitantes. No creo eso.
                        El Estado tiene un papel clave en este asunto. En primer lugar debe revalorizar el rol de la familia en todas sus variantes. Y poner en el mundo simbólico o cultural esta tensión entre existencia y trascendencia que anida en todos. Se trata de vivir una buena vida y dejar muchas semillas para la vida por venir. La trascendencia está dada por invertir porciones de vida propia en otras vidas. Presentes y futuras.
                        Por eso creo que es hora de reivindicar el más maravilloso eslabón de la vida que es la madre con su hijo. Protegerlo y enaltecerlo. Crear las condiciones culturales, económicas, educativas y sociales, para apreciar que cada niño que nace es una dicha y que la sociedad en su conjunto retome la idea que es la fuente de la felicidad. La sociedad moderna ha logrado disminuir el número de recién nacidos. Esto podrá ser bueno para otras sociedades, pero no para la nuestra. Estamos, a veces, tan colonizados mentalmente que hacemos “nuestros” los problemas de los “otros”. Y dejamos de entender que los otros nunca se encargarán de los nuestros problemas. En todo caso los profundizarán.
                        Pensar en una mayor natalidad es tener planteado el desafío de la nutrición, la salud, la educación, la vivienda, la justicia, la infraestructura. No se trata de improvisar. De la misma manera si pensamos en incrementar la inmigración. Todo esto defendiendo el ambiente, porque nadie puede tener mayor interés en un “ambiente sano” que el que habita un lugar y tiene conciencia su importancia.
                        En nuestro inmenso territorio podemos crear nuevas ciudades y pueblos. Y generar nuevas fuentes productivas aprovechando las ventajas comparativas del lugar que se habita. La imaginación al Poder, panfleteo el mayo francés del 68’. Inventamos o erramos, sostuvo Simón Rodríguez el maestro de Bolívar. Y las consignas mantienen toda su fuerza para los pueblos jóvenes y vigorosos como el nuestro.
                        Amamos tan profundamente a nuestra Argentina que sentimos la necesidad que sea la cuna de millones de nuevas vidas. Defender este proyecto con decisión es un deber, si no queremos echar por la borda el mejor de los sueños.


Mario Mazzitelli.
Sec. Gral. Nac. del PSA (Argentino)


No hay comentarios:

Publicar un comentario