Jueves 14
de febrero de 2013
Carta 8.- A los jóvenes
“Una vía argentina al socialismo.”
“Un camino
al socialismo ético, humanista, ambientalista, libertario y latinoamericano.”
Si en estas cartas he avanzado desde
lo inmaterial (emociones, sentimientos, ética, valores, principios, etc.) hacia
lo material (la sociedad que habitamos), es momento de dar un paso.
Voy a proponer para el debate, un
análisis para defender el Proyecto Político que nos
alienta.
Desde los albores de la Patria el ideal del
socialismo siempre brilló en el horizonte argentino. Los gérmenes los
encontramos en la resistencia y lucha de los habitantes originarios a la
dominación colonial, en las luchas de Manuel Belgrano, Mariano Moreno, San
Martín y casi todos los próceres de la independencia, en los escritos de
Esteban Echeverría, Juan B. Justo, Alfredo Palacios y muchos miles que supieron
defenderlo desde el campo teórico y práctico; en los trabajadores que
organizaron los sindicatos, en los jóvenes que impulsaron la Reforma Universitaria ,
los que protagonizaron el 17 de octubre, en los que cayeron a lo largo de los
años víctimas de la represión del sistema; también lo encontramos en muchos
“otros” que lo defendieron por intuición o expresión de humanidad.
Este bagaje puede decirnos mucho o
poco. Hoy debemos abordar la realidad concreta para descubrir si existen
intereses materiales capaces de poner en marcha con probabilidades de éxito un
Proyecto Nacional cuyo objetivo central sea la Justicia , que se realiza
en el Socialismo.
Tres proyectos pugnan en Argentina a la luz de
la experiencia histórica.
Hagamos un pequeño ejercicio
analítico. Analizar resulta de des-componer el todo en sus partes y buscar
luego una síntesis que nos dé una respuesta aceptable sobre el comportamiento
dialéctico del todo. El socialismo científico identifica en las clases sociales
una clave, la base material, para entender las luchas y los acuerdos que se
suceden en la sociedad.
A partir de allí elaboramos una
teoría y la sometemos a la fuente de verdad que es la práctica histórica. A
todas luces una teoría debe verificarse en la práctica. Cuando su explicación
no es suficientemente satisfactoria se elabora una nueva teoría que es puesta a
prueba nuevamente. Así nuestras ideas se van acercando a una
comprensión del movimiento real y nuestra intervención resulta más eficiente en
torno a los objetivos que nos planteamos.
Nunca una teoría puede abarcar toda
la realidad, ni explicar todos los hechos. No puede adelantar el futuro sino en
líneas generales, dado que interviene la inteligencia y creatividad que da por
tierra con lo que se daba por seguro. Mucho menos cuando la “pelamos” al punto
de transformarla en un esquema. No obstante, para nuestros fines el “socialismo
científico” sigue dando la mejor explicación a la historia argentina de los
últimos años. Por eso buceamos la realidad económico-social para encontrar a
los sectores en capacidad de llevar adelante un Proyecto. Digo sectores y no
clases porque observo que las fronteras no están perfectamente delimitadas y
además hay cruces verticales que van desde lo ideológico a lo económico.
Apuntar estas complejidades no puede desalentarnos en la búsqueda de explicaciones
racionales al devenir de la política argentina.
Muchos analistas y dirigentes
políticos, simplificando la realidad al extremo, han visto dos grandes
Proyectos: el Nacional y el Imperial. Las
consignas: Patria Si, Colonia No, Liberación o Dependencia, son la
síntesis. Esquema simple, binario, es atractivo para el orden conservador. Dos
partidos, uno más volcado a la
Nación , más popular, de centroizquierda y otro más vinculado
al extranjero, sostenido en las capas más acomodadas, de centroderecha.
Nosotros, en cambio, observamos en el
pasado y en la proyección al futuro la lucha de tres proyectos en “pugna y
concurrencia dialéctica”. En el marco de una realidad dinámica y compleja, que
pone en cada momento el acento en una cuestión distinta, se pueden encontrar
superposiciones tácticas de unos con otros. Pero sin lugar a dudas son
proyectos distintos.
Les propongo un esquema-juego.
En función de la brevedad
digamos “quienes son los integrantes” que pugnan con sus
respectivos proyectos:
P1.- Un proyecto neo-colonial,
sostenido por los sectores más altos y trans-nacionalizados, en alianza
estratégica con las potencias dominantes,
P2.- Un proyecto de capitalismo
nacional con eje en las capas propietarias nativas y que busca distintas
alianzas arriba y abajo, para mantenerse y desarrollarse, y
P3.- Un proyecto de socialismo
argentino con fuerza en la juventud y la clase trabajadora. Que debe convivir
con sus adversarios y superarlos planteándole a la Nación las tareas
históricas que los otros dos sectores son incapaces de ejecutar.
Este esquema-juego, ya lo dijimos, no
explica todo. Se podrían agregar más jugadores e incluso encontrar muchos
elementos que lo contradijeran. Pero su fuerza, justamente, proviene de
desechar todos los elementos que nos llaman a confusión y retener aquellos que
constituyen lo esencial. Así podemos ubicarnos en el punto de vista de los
sectores populares mayoritarios por excelencia, resolviendo con escaso margen
de error, las sucesivas cuestiones: nacional, social, institucional, económica,
internacional, que se nos presenta en cada oportunidad. Esto nos da una visión
estratégica particular.
Ahora veamos qué objetivos buscaba
cada uno de estos tres sectores en la álgida década del 70. A grandes rasgos cada uno
buscaba:
P1.- el Imperialismo y la Oligarquía pugnaban por
hacer pertenecer a la
Argentina al mundo occidental y capitalista. Lejos del
comunismo y de cualquier experiencia anticolonialista. Subordinada al
orden neo-colonial imperante. Su ropaje fue liberal para que no se
vieran los privilegios espurios que defendían.
P2.- el PJ, la UCR y muchos otros sectores
populares querían un“capitalismo nacional” no subordinado a los
deseos y las necesidades del imperio. Productivista, industrialista,
desarrollista. La
Patria Metalúrgica en boca de algunos.
P3.- sectores de la clase trabajadora
y la pequeña burguesía, los socialistas, parte importante de la juventud y de
la intelectualidad aspiraban a una sociedad liberada del imperio, sin
explotados ni explotadores.La Patria Socialista en boca de otros.
Con estos
elementos hagamos funcionar el esquema-juego en el contexto histórico real.
Después del golpe
imperialista-oligárquico-militar y civil (P1) de 1955 se produjeron importantes
acercamientos políticos de los proyectos de “capitalismo nacional” (P2) y
“socialismo nacional” (P3).
Estos dos últimos proyectos tenían
coincidencias y diferencias. En algún sentido el planteo de socialismo (P3) no
podía realizarse sino en un país liberado de las ataduras del imperio (P1), en
el que debían realizarse las tareas propias de una burguesía nacional (P2) y
eso tendía puentes hacia este sector. A su vez, esa burguesía necesitaba para
su desarrollo local y su competitividad con el Imperio, una alianza con el
sector trabajo.
La lucha de aquellos años no tuvo
descanso. A las contradicciones de intereses materiales mencionadas más
arriba, se sumaban un conjunto enorme de cuestiones subjetivas, rivalidades de
distinto tipo, cuestiones ideológicas, simpatías y antipatías, que también
hacen a la historia. Aunque no la explican cuando las desvinculamos de la base
material en la que se asientan. Para reforzar este punto de vista observemos
que: la mayoría de los trabajadores –incluso muchos de origen socialista,
comunista o anarquista- eran peronistas y la mayoría de los sectores acomodados
de la sociedad anti-peronistas. Las excepciones, que las hubo y en gran número,
confirman la regla.
En el 62 se dio otro golpe y en el 63
elecciones. En el 66 nuevamente golpe de Estado. En ese contexto, sin institucionalidad
ni reglas claras, las luchas se exacerbaron y todos los métodos se legitimaron.
La clase trabajadora fue acumulando
los programas de La Falda
(1957), de Huerta Grande (1962) y el Programa del 1° de Mayo de 1968 de la CGT de los Argentinos. También
un conjunto enorme de luchas reivindicativas. Los estudiantes avanzaron en su
organización a través de los centros de estudiantes y las federaciones. Un
sector de la juventud abrazó la política. Otro incorporó el ejercicio de las
armas. En 1969 se producirá el Cordobazo con la confluencia de los
trabajadores, los estudiantes, la juventud y la simpatía de millones de
compatriotas. Era el fin de la primera etapa de aquella dictadura. El avance de
las fuerzas populares era impetuoso. Marchaban en el sentido de un
cambio estructural (P3). Las grandes fuerzas políticas PJ, UCR, Udelpa, PSA (P2
y 3) se reunieron en la Hora
del Pueblo. Hubo otros entendimientos también. Había un enemigo común: la
dictadura (P1), a la que había que derrotar. Finalmente la dictadura no pudo
sostenerse. Elecciones en 1973.
En el campo del Pueblo pugnaban por
imponerse dos proyectos: La Patria Socialista (P3) y la Patria Metalúrgica
(P2). De hecho en la gestión naciente el 25 de mayo de 1973, hubo
representantes de los dos proyectos. Podemos afirmar que la gestión en el
gobierno de “ambos” fue de muy baja calidad. Aprovechando ineficiencias,
divisiones y luchas intestinas del campo popular; en las sombras se organizaba
la contraofensiva por parte de las fuerzas pro-imperialistas, oligárquicas,
militares y civiles reaccionarias (P1).
A partir de la triple A y el golpe de
Estado del 76, el proyecto socialista (P3) fue devastado a sangre y fuego y el
proyecto de capitalismo nacional (P2) duramente golpeado a través de la
des-industrialización, la desocupación, el surgimiento del cuenta-propismo y la
re-primarización de la economía. El 2 de abril de 1976 Martínez de Hoz sería el
encargado de contarle al país los beneficios del viejo liberalismo, resucitado
como neo-liberalismo, para imponer el neo-colonialismo (P1).
La regresión del terrorismo de Estado
fue tan brutal que en ese momento se dejó de debatir: ¡cómo se organizaría la
vida de los argentinos!, para remitirnos a la cuestión de: ¡cómo defender la
vida de los argentinos! Podríamos decir: Proyecto 0 (cero). (P0) La política
también se re-primarizaba.
La derrota en los campos político,
cultural e ideológico, fue tan profunda, que nuestro pueblo quedó sin Proyecto
Nacional (P0). Volvimos a ser una suerte de Nación subalterna, subordinada a un
orden internacional que se afianzaba con centro en los EEUU y sus aliados de
Europa y Japón.
En los 80, la situación económica
había empeorado para la inmensa mayoría de los argentinos. La política
neo-colonial empezaba a mostrar sus efectos. La situación política se volvió
inestable. El pueblo a través de sus organizaciones más lúcidas comenzó a
organizar una ofensiva para la etapa. Hubo mil pequeños actos culturales y
políticos de resistencia. De hecho el 30 de marzo de 1982, masas de trabajadores
y jóvenes irrumpieron en la ciudad de Buenos Aires, mostrando que la dictadura
ya no podía manejar la calle. En ese marco la dictadura pretendió prolongar su
estadía en el gobierno con la toma de Malvinas el 2 de abril de 1982. El acto
anticolonialista, de un gobierno neo-colonial, desató una crisis sobre la
crisis. La derrota puso en un tembladeral todo lo existente.
A la estructura neo-colonial le
correspondía una superestructura opresiva (la dictadura) (P1), dado que iba
contra los intereses y las aspiraciones de las mayorías nacionales (P2 y 3).
Pero esa superestructura entraba en “crisis terminal” porque tampoco respondía
a los intereses del imperio.
Vuelta a la Democracia.
Desde ese subsuelo al que habíamos
descendido, debíamos retomar el camino ascendente. Y este iba a ser escalón por
escalón. La democracia postergada una y otra vez durante 100 años, (tras las
múltiples experiencias de elección y golpe de Estado), se constituyó en el
estadio a conquistar. ¡Que más! Cuando se viene del infierno no es sencillo
alejarse de él todo lo necesario y restañar heridas y quemaduras, que aún
sangraban en la carne de muchos y en la conciencia de casi todos.
Consolidar la Democracia y las
Instituciones de la
Constitución Nacional fue una tarea encomendada a la UCR y su líder Raúl Alfonsín
fue el mejor intérprete. La política recuperaba su centralidad con la soberanía
popular como respaldo. Grande fue la alegría y la ilusión.
Pero ahora estaba más condicionada
que nunca desde la superestructura del Imperio (Ocupación militar en Malvinas,
FMI-BM-etc.) y la estructura local (Grandes Grupos Económicos nativos y
extranjeros en todas las áreas, las Fuerzas Armadas residuales, sectores de la Iglesia , etc.) (P1). ¿Cómo
podría imponer su voluntad (P2) un gobierno que apenas contaba como factor de
poder el voto popular, sin que sobre-vinieran: crisis económicas, fugas de
capitales, inflación, levantamientos militares, look-outs patronales, etc.? En
ese dilema se debatió el gobierno de Alfonsín. En algún momento pensó en la Unidad Nacional ,
pero esta apenas resultó en una expresión de deseos, sin contenidos claros ni
convicción. El proyecto socialista (P3) estaba disminuido a su mínima
expresión. Sus principales dirigentes, sobre todo juveniles, habían sido
neutralizados de varias formas incluidas la muerte y desaparición. Y las
mayorías populares tenían problemas más urgentes y cercanos que resolver.
En el año 89 Alfonsín cerraba su
ciclo como presidente, en medio del caos económico y social. Hiperinflación,
desabastecimientos, saqueos. El (P1) mostraba todo su poder ante las fuerzas
democráticas. Esto también era una señal para el gobierno entrante.
Era el turno del PJ. Menem de alguna
manera venía en representación del (P2) Revolución Productiva y del (P3)
Salariazo.
Pero las dificultades eran muchas. Al
caos económico-social heredado y las demostraciones de Poder del (P1), se sumó
la caída del muro de Berlín (Nov 1989). Más tarde habría de derrumbarse la
experiencia más grande de la historia del llamado “socialismo real” con la
desaparición de la URSS
(1991) El debate al interior del PJ y del círculo de Menem, se circunscribió al
modelo de capitalismo a seguir. (P1 o P2) (P1).- Un capitalismo subordinado,
dependiente, neo-colonial, de rodillas y con relaciones carnales ante el
imperio, que venía a cumplir los deseos más oscuros de los grupos más
reaccionarios de la etapa de la dictadura o (P2).- Un capitalismo nacional, que
retomara las viejas banderas de Justicia Social, Soberanía Política e
Independencia Económica. En un mundo que le resultaba hostil a esta segunda
opción, descalificada con el mote de populista, el PJ casi por unanimidad optó
por la opción del neo-colonial. Menem y toda la cúpula del PJ fueron los
responsables que entregaron la
Nación.
Con todo, el centro de gravedad
político siguió pasando por el PJ, donde desde hacía más de 50 años tributaba
la clase trabajadora y la inmensa mayoría de los sectores populares. Claro que
-como venía quedando demostrado- una composición tenía la base proclive a los
proyectos (P2 y 3) y otra la dirigencia subyugada por el proyecto neo-colonial
(P1). En esta última, la cúpula del PJ, prevalecían vastos sectores acomodados
y exitosos de los diversos modelos económicos y políticos que se habían
sucedido desde el 76 en adelante. Por eso fueron tan receptivos al mensaje
liberal que tenía por protagonista histórico a un personaje situado en las
antípodas del peronismo como Álvaro Alzogaray.
Digamos que en los 90 “Menem fue
lapidario”. Entendió que solo se podía preservar la superestructura democrática
con él y el PJ en el gobierno. (Hedonismo del Poder y corrupción mediante).
Luego había que ceder en todos los terrenos. Así el proyecto de dominación
neo-colonial (P1) se afianzó en la
Argentina bajo el mote de “globalización”. Esta etapa es
acompañada por los dos partidos mayoritarios y el Pacto de Olivos (PJ-UCR)
resume toda una época: avance en algunas instituciones democráticas por un lado
y entrega de todo el patrimonio nacional por otro.
Cuando esta opción empezó a
resquebrajarse dando muestras incontrastables de agotamiento en lo social,
económico, moral y político, vino la Alianza. UCR-Frepaso.
Con De La Rúa
como presidente y los progresistas de Chacho Álvarez acompañando. No vinieron a
clausurar la experiencia, ni siquiera en lo moral, sino a profundizarla. Todo
termino en la catástrofe de 2001. Las luchas populares de diciembre de aquel
año pusieron de manifiesto que el modelo neo-colonial “no funcionaba”. Se
habían subordinado las Fuerzas Armadas, el PJ y la UCR a lo largo de 25 años.
Igual “no funcionaba”. Hubo represión y muertos. Pero igual
cayó. ¿Fin del (P1)?.
No nos apresuremos a dar de baja una
pieza de nuestro esquema-juego, porque aquí son más durables que las del
ajedrez.
De nuevo el PJ.
Antes de que finalizara el 2001 ya
estaban de vuelta en el Poder. El PJ no tiene nada de tonto. Se ordena en torno
al manejo del Estado. Allí acomoda todo lo que puede. Haga falta o no. Para
lograrlo, muestra una enorme capacidad de adaptabilidad. (Podríamos
decir que en este sentido es Marxista. “Como desea manejar el Estado y necesita
del respaldo popular para realizarlo, tiene sus principios; pero si, conforme
cambian los humores populares y la realidad, tiene que usar otros principios;
también los tiene”. Quise decir Marxista en referencia a Groucho Marx y no a
Carlos. El asunto es quedarse siempre con el manejo del Estado. Esto muestra la
dificultad de caracterizar al PJ. Dado que cualquier definición sobre el mismo
que pretenda prolongarse en el tiempo choca más tarde o más temprano con la
dialéctica cambiante del partido político más grande y dinámico de la Argentina. ¿Estarán con
el (P3) cuando les resulte conveniente?).
Queda claro que con la administración
transitoria de Rodríguez Saa y la asunción de Duhalde hay cambios en el modelo,
que comienza a volcarse al proyecto (P2) relegado en 1989 y que más identidad
guardaba con el peronismo histórico. Las dos medidas claves con las que se
superó la crisis fueron tomadas en el transcurso de una semana:suspensión
del pago de la deuda externa y salida de la convertibilidad con una fuerte
devaluación. El sector que puso el hombro para sortear la crisis fue la
clase trabajadora asalariada, acompañada por los más pobres y vastos sectores
medios. Eso dio lugar a una alianza inestable entre “los piquetes y las
cacerolas”.
En 2001/2 Duhalde trató de
administrar la coyuntura resolviendo cuestiones apremiantes y poniendo los
fundamentos de un nuevo período. El viso de continuidad, ante los ojos de la
sociedad, de un Estado represivo (Kosteki-Santillán) no le permitió completar
el período constitucional. Elecciones de 2003. Menem (P1), Kirchner (P2), López
Murphy (P1), Rodríguez Saa (P2) y Carrió (P2), fueron los principales
protagonistas. Quienes sosteníamos el (P3) como en mí caso, quedamos muy
postergados. Ganó el (P2).
Un 25 de mayo de 2003, que hubiera
correspondido al período constitucional de De La Rua , asumió Néstor Kirchner. Ya tenía claro de
que se trataba. Había que retomar las viejas banderas del “capitalismo
nacional” (P2): productivismo, industrialismo, desarrollismo, mercado interno,
etc. La contradicción principal ahora se sitúo entre el nuevo y el viejo
modelo. Razonablemente casi todo el andamiaje anterior (P1) se mantuvo en la
nueva etapa. Hubo continuidad y ruptura. Por ejemplo, ahora se sabía
que el modelo no funciona con tasas de desempleo desopilantes porque el pueblo
se rebela. Hubo que bajar el desempleo. Hubo que pacificar y hacer concesiones. La
actividad económica se repuso y la calidad de vida del pueblo se elevó después
de 2001/2. Pero agreguemos que el asunto no solo remitió a cuestiones
materiales. También hubo que dar señales al espíritu. El tema de los Derechos
Humanos resultó paradigmático. También la política exterior poniendo su eje en
la unidad sudamericana. Razonablemente el pueblo intuyó que las medidas
traerían una mejoría tangible para sus existencias. Observemos cuando en 2005
el gobierno habló de “des-endeudamiento” e “independencia del FMI”, más allá de
la falacia en el planteo, el respaldo popular mostró cuanto había cambiado la
cabeza de los argentinos. De la misma manera hubo respaldo, más allá de las
argucias, para recuperar Aguas Argentinas, Aerolíneas Argentinas, las AFJP,
YPF, la nueva Ley de Medios o promover la Asignación Universal
por Hijo. En todas estas medidas desde el PSA dimos un apoyo crítico.
El tema de la 125 merece un capítulo
aparte. Nació como imposición igualitaria para los pools y para los pequeños
productores. Nació reaccionaria. Nosotros (P3) plateamos la incorporación de la
segmentación. Así los pequeños pagan poco y los ricos pagan
mucho. Esto que, junto a muchos sectores impulsamos desde el
comienzo, finalmente fue aceptado y mejoró el proyecto. El voto de CL en aquella
oportunidad nada tuvo que ver con el PSA.
En síntesis, el “capitalismo
nacional” (P2) lanzado por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, se fue
transformando en la nueva realidad y llegó a su apogeo en 2011.
¿Concluyó el kirchnerismo las tareas
nacionales (P2) propias de una burguesía independiente del Imperio (P1)? No. A
pesar de ciertos avances nacionales ni siquiera recupero aquello que como PJ
entregó en los 90. Además dejó profundizar el sistema de intereses
neo-coloniales en un conjunto de áreas estratégicas como: la minería, los
hidrocarburos, el agro, el deterioro del ambiente, la deuda, la banca, el
comercio exterior, etc. Por eso no apoyamos esta experiencia.
Además muestra un conjunto de
elementos regresivos (P1). La ley antiterrorista, el Proyecto X, la actitud
represiva frente a la defensa del territorio por parte de los pueblos
originarios, los asesinatos a miembros de la comunidad Qom, la represión frente
a los reclamos de tierra para vivienda, la actitud de ajuste frente a las
reivindicaciones sindicales, los muchos muertos de esta administración a lo
largo de estos años, la violencia ejercida contra los ambientalistas y vecinos
comunes que se oponen a la minería a cielo abierto, el acuerdo con
Chevron, la reculada frente a los fondos buitre, la prórroga de jurisdicción
para el tratamiento de la deuda, los acuerdos PRO-K en la Ciudad de Buenos Aires con
Elstein, Soros y otros; demarcan con claridad los límites de la experiencia K.
La aceleración de los tiempos da
cuenta de un desgaste del gobierno. Algo tendrá que ver la inflación, la
corrupción, la inseguridad y otros temas que cruzan la experiencia K. Pero más
tiene que ver el inicio del agotamiento de un gobierno en el que predomina el
oportunismo y la improvisación. Incluso la supervivencia de un
modelo de “capitalismo nacional” hubiera reclamado la existencia de una
planificación que diera un rol claro al Estado y otro al mercado.
Esta experiencia no alcanza siquiera
la altura de los gobiernos de Perón. En aquellos tiempos si se hacía uso del “oportunismo”
político para alcanzar y mantener el Poder, por otro lado se creaban los planes
quinquenales y luego el plan trienal para gobernar. Ahora en cambio hay una
conducción vertical -la jefa manda y decide y el resto se subordina y explica-.
El “oportunismo” se sigue usando para mantener el Poder y a la hora de gobernar
la improvisación. Estos dos condimentos son una constante de la política
criolla. Desde el socialismo hemos menoscabado en demasía y ciertamente no está
bien, porque algún valor mostró tener la “improvisación” cuando la manejan con
cierto talento. Aunque, claro está, nosotros hacemos prevalecer otros
valores: la consecuencia en los principios estratégicos y la
planificación democrática.
Alguien podría interpelar con
justicia: “Si es cierto que el orden actual (P2) comienza a dar síntomas de
fatiga y falta de atractivo suficiente ¿Por qué el gobierno resulta ser un
actor casi omnímodo?” Sencillo, porque falta una alternativa (P3) que
exprese un futuro mejor. Las que hoy prevalecen simbolizan un retorno
nostálgico al pasado (PJ-disidente), un progresismo funcional (FAP) o en el
mejor de los casos una mirada tecnocrática (PRO) que tampoco enamora porque no
alcanza niveles de eficiencia siquiera aceptables, y algunos también advierten
que es un retorno al pasado. Otros sectores que exaltan la revolución
socialista parecen alimentar más las hormonas magníficas y fulgurantes de
un sector de la juventud, que proponer una vía adecuada al socialismo.
Con todo, la realidad parece decirnos
que estamos dando un primer paso hacia una nueva etapa histórica. No
fue casualidad que el kirchnerismo (a priori P2), atacara con más fuerza a
Proyecto Sur (P2 y 3), que al PRO (P1). Lo que parece decirnos es que: “los
avances sociales llegaron hasta acá, que el gobierno ya hizo suficientes
concesiones a los sectores populares y que empieza a llegar la hora que el (P2)
haga concesiones y trate con indulgencia al (P1)”. Por eso la estrategia del
Kirchnerismo y el PRO, es recrear lo que llaman un partido de centroizquierda
FPV-PJ (P2) y otro de centroderecha PRO + Aliados (P1). Y lo que molesta es el
surgimiento de una alternativa a la izquierda, para el caso Proyecto Sur. El
FAP quiere dar muestras de estar en el (P2) puede ser. Pero ese lugar está
ocupado por el FPV-PJ. Además el FAP parece ignorar olímpicamente que si quiere
ser algo más que una herramienta anti-K, que la derecha usará y desechará con
la misma velocidad, tendrá que mejorar sus propuestas, comenzando por advertir
que el tiempo histórico demanda una nueva propuesta social (P3).
El vector del tiempo, que solo va
para adelante, marca que una nueva luz va surgiendo en el horizonte. La lucha
del proyecto “neo-colonial” (P1) contra el “capitalista nacional” (P2) se
empieza a superar en la
Argentina. El retorno a las peores etapas del siglo XX
resulta inimaginable. La disyuntiva entre los dos modelos va quedando en el
pasado. El gobierno parece optar en convivir con el sistema de intereses que en
los 90 “él y ella” supieron construir y defender junto a CM. Se acercan (P1) y
(P2), y liberan la posibilidad de fortalecer un polo alternativo a la izquierda
(P3).
Ya comenzó a observarse la
representación de lo nuevo. Los avances en la realidad electoral de 2009 y 2011
así lo indican. El éxito de Pino y P. Sur en 2009 mostró que no solo surgía una
fuerza a la izquierda del gobierno, también surgía una fuerza que
representaba mejor el futuro. El proyecto socialista (P3), junto a sus aliados,
debe construir a la izquierda y adelante del gobierno.
Con el olfato de “Poder” que tiene
el FPV-PJ, no debemos descartar que puedan cambiar hacia adelante.
No lo sabemos. Pero ojo: Ahora la contradicción tendrá que ver con la sociedad
en la que estamos y las medidas de transición hacia una nueva organización
social. El proyecto socialista comenzó a instalarse nuevamente en el horizonte.
Después del profundo decaimiento de los 90, en América Latina comenzó a
hablarse de Socialismo del Siglo XXI. Ese debate que se desarrolla en muchas
latitudes de Nuestra América y la
Argentina (otrora vanguardia) no nos será ajeno.
Las cuestiones nacional, social,
ambiental, cultural y democrática pueden ser mejor defendidas desde una
perspectiva socialista antes que capitalista.
Por eso, muy probablemente, los
próximos lustros verán acercarse entre sí al proyecto de “capitalismo nacional”
(P2) y al “neo-colonial” (P1) por temor al “proyecto socialista” (P3).
Aunque advertimos que la dialéctica
de los hechos puede traernos muchas sorpresas, el avance es inexorable. La Democracia Política
(avance ya aceptado por todos los sectores) induce a la Democracia Social
(hecho que también comienza a aceptarse cuando se plantea que no hay libertad
para quien no tiene que comer) y estas dos inducen a la Democracia Económica.
Y esa es la etapa que nosotros estamos buscando desde hace muchas décadas. En
definitiva hacia allí vamos los socialistas del Siglo XXI, por una Democracia
Participativa Plena.
Nuestro proyecto va a crecer. A veces
rápido, a veces lento, pero va a crecer.
La fuerza de nuestro esquema-juego es
que representa bastante bien el movimiento de la realidad; pero además, infunde
entusiasmo porque redunda en optimismo histórico. Optimismo histórico que
deberá dejar de ser ingenuo, como lo fue en gran medida en los 70. No hay
avances mecánicos. Igual la historia demuestra que los pueblos rápida o
lentamente buscan nuevos horizontes para una vida mejor. Que el deseo se corre
y lo que hoy nos conforma, mañana nos deja insatisfechos. Tenemos un gran futuro
para nuestras ideas.
Nuestro esquema-juego tiende a
alejarnos de la tesis que defiende la existencia del bipartidismo. Los
defensores de esta tesis al interior del FAP corren el riesgo de protagonizar
“Alianzas” que queden a la derecha del oficialismo. Nosotros planteamos el
fortalecimiento de un tercer espacio “adelante y a la izquierda” del
oficialismo.
El socialismo.
¿Deberá llamarse socialista nuestro
Proyecto o podría tener otro nombre? Más allá del desgaste que pudiera sufrir
la palabra, entendemos que ningún otro término ha surgido para desplazarla, la
tarea entonces será re-significarla para que pueda recrear un horizonte de
cambio superador para el pueblo trabajador y las masas juveniles. Por lo menos
en el caso de nuestro Partido.
En cambio, podríamos participar en un
acuerdo programático y político que tuviera otro nombre. De hecho eso ocurre en
la actualidad. (Proyecto Sur).
Unidad en la diversidad como fuente de Poder
Popular.
El Proyecto Socialista (P3) no puede
realizarse en los marcos estrechos de los partidos políticos. Debe realizarse
en un marco político, social, cultural, ambiental, obrero, estudiantil y de
capas medias dispuestas a un cambio profundo.
Propuestas concretas.
Si durante todos estos años el
socialismo sobrevivió como una utopía deseable, pero irrealizable por los
condicionamientos históricos ¿Qué deberíamos hacer en esta nueva realidad?
Hoy nuestro desafío es mostrar que un Proyecto Socialista además de
deseable es realizable. Y debemos proponer, aquí y ahora, las medidas concretas
que encarnen el inicio de la transición hacia un nuevo orden social en la Argentina.
La vía
argentina al socialismo del siglo XXI debe tener como principio rector “en esta
etapa” la elevación social de los sectores más postergados, la profundización
democrática, la jerarquización de la creatividad, el debate y la participación
para la resolución de los problemas que aquejan a nuestro pueblo, la
modernización inteligente y amigable de la economía y –prestar atención- la
coexistencia pacífica y democrática con los otros proyectos en pugna.
Mario Mazzitelli.
Sec. Gral. Nac. del PSA (Argentino)
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