Miércoles 10 de
abril de 2013.
Carta 12. “A”.-
A los Jóvenes.
“Poner fin la indigencia y la pobreza en el suelo argentino.”
Terminar con la indigencia y la
pobreza es un objetivo loable al que nadie dice oponerse. Sin embargo la
resistencia a este justo planteo choca con la intransigencia de vastos
sectores. Parece una paradoja, pero no lo es.
Las ideas se van conformando en torno
a la experiencia social. Podríamos decir que hay un mundo material y otro de
ideas. A la dialéctica interior de cada uno, se suma la dialéctica que existe
entre ellos. En esa dinámica se van configurando los usos y costumbres. La
historia material nos dice que: “siempre
hubo pobres”. Basándose en esta observación algunos agregan: “por tanto siempre habrá pobres”. El
futuro condenado por el pasado. Y como no siempre reflexionamos sobre estos
temas, se naturalizan. Se incorporan mentalmente al paisaje social y nos
resignamos a convivir con esta realidad. Dice Serrat que: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. De aquí
deviene el primer sustrato de esta callada y silenciosa resistencia. Nadie
parece organizarse para que haya “indigentes y pobres”, pero tampoco se hace
nada para poner fin al asunto.
En forma más activa están los
mercaderes. Los neo-liberales que entienden que en este mundo, una economía es
competitiva cuando logra bajar los costos. Y dentro de esos costos está el
precio del salario. Si el mercado laboral presenta plena ocupación los
empleadores deberán rivalizar entre sí para conseguir la mano de obra que están
buscando y esto aumenta los salarios. Si, en cambio, mantiene (lo que ya Marx y
Engels señalaron con total claridad en la primera mitad del siglo XIX) un
ejército de reserva conformado por desposeídos que no tienen para entrar al
mercado otro bien que su “fuerza de trabajo”, esta pugna por obtener una
remuneración tiende a bajar el costo del salario. Aquí la resistencia no
aparece como resignación frente a la realidad, sino como condición de
desarrollo del capitalismo periférico que ellos defienden en el marco de la
nueva división internacional del trabajo. La dependencia del siglo XXI, con su
secuela de saqueo y subordinación, impone la existencia de un sector social que
ayude a bajar la presión salarial. Y los mercaderes, neo-liberales o conservadores
modernos trabajan para sostener el statu-quo y evitar que los pobres e
indigentes eleven su condición social.
Como la experiencia histórica
demostró que la presión contra los de abajo tiene un límite en el que se pone
en riego los privilegios de los de arriba; la sociedad acepta que se les tienda
una mano a quienes van quedando postergados, excluidos, incapacitados para
integrarse al mercado. Una mano implica aceptar que algunas políticas
focalizadas habrá que tener para estos sectores sociales. Políticas para pobres
e indigentes. Una mano de piedad.
Lógicamente que, para bajarles el
precio, a esas prestaciones viene una batería de argumentos que ponen la ayuda
en el altar de las generosidades y a los receptores en el marco de los
vividores parasitarios. Con esto nosotros somos “los buenos” y ellos “los
malos”. “Está bien que se los ayude, pero
están así porque quieren”; “Si se los
sigue alimentando nunca van a querer ir a laburar”; “Plan vagancia”; “Nosotros nos rompemos el culo para tener
algo y estos sin hacer nada viven mejor que nosotros”; etc.
Algunos sostienen que estas políticas
focalizadas han fracasado porque pasan los años, los lustros y las décadas y el
problema de la “miseria” no se resuelve. Están equivocados. Estas políticas no
son para resolver el drama y la injusticia. Son para perpetuarla en niveles
tolerables para las víctimas. Que no estallen ni se rebelen. Que queden
aprisionados entre la necesidad y la caridad. Si se levantan pueden perder la
caridad y con ella el escaso sustento para la vida. Equilibrio diabólico del
régimen del que los partidos mayoritarios de la Argentina son tributarios.
Combatir esta forma de pensar es
parte de la “lucha de ideas” en la que los socialistas tenemos que jugar un rol
protagónico. Al mismo tiempo plantear una política alternativa.
Para empezar podríamos plantear la
situación en otros términos. “En un país tan inmensamente rico como la
Argentina, donde se producen los bienes y servicios suficientes como para
satisfacer las necesidades de todos sus habitantes, con un desarrollo
intermedio que lo ubica como un país próspero; tener pobres e indigentes
conforma una situación de inmoralidad pública inaceptable.” Agreguemos
que: “Teniendo la necesidad de mayor población, y un creciente número
de mano de obra altamente calificada para desarrollar nuestras potencialidades,
resulta una verdadera estupidez no incorporar al 100% de la población a esta
hermosa aventura de construir una Argentina justa, desarrollada, moderna y
bella.” Y así el problema toma otro cariz. Poner fin a la
indigencia y la pobreza no sólo es una obra de caridad que enaltece a las
mujeres y los hombres que se comprometen con este objetivo, sino que resulta
altamente positivo para el desarrollo del país y el bienestar general. Que
decir para todos aquellos que hablan de “inseguridad como el primer problema a
resolver”, cuando le digamos que en una sociedad que no esté acosada por estos
flagelos los niveles de “seguridad” serán muchísimo más altos.
Siendo que los beneficios superan con
creces a cualquier interés mezquino ¿Por qué no se hace algo al respecto? ¿Será
una utopía? Esto resultaría una utopía si los recursos con los que contara
nuestra sociedad fuesen escasos. No es así. Los tenemos y en abundancia. ¿Será
que no existe la propuesta con la que encarar esta solución? Si, existe y es a
la alternativa a la que adhiero. Tiene distintos nombres: Renta Ciudadana,
Renta Básica, Ingreso Básico Universal. “La renta básica universal (RB)
o ingreso ciudadano (IC), según la define la Red Renta Básica, es un ingreso
pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno
derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma
remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra
forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de
renta, y sin importar con quien conviva.” Es una propuesta en la que muchas
personas vienen trabajando desde hace muchos años: Daniel Raventós y Philippe
Van Parijs son dos nombres reconocidos internacionalmente y en nuestro medio
Rubén Lo Vuolo entre otros. Son muchos los especialistas y en caso de abrirse
un debate en nuestro medio, la riqueza del mismo provendría de la más amplia
participación. Mi aporte se dará en el marco de una propuesta concreta para
nuestro país que haré en esta carta y la defenderé como un derecho de fondo;
piso de libertad e igualdad ineludible de cara a la construcción del Socialismo
del Siglo XXI. Para este momento histórico en esta geografía concreta, el
nombre por el que me inclino es: Ingreso Básico Alimentario. Con
esta propuesta empezaríamos a “Poner fin la indigencia y la pobreza en el suelo
argentino”. Y eso no es poco.
Sigue...
Mario
Mazzitelli.
Sec.
Gral. Nac. del PSA (Argentino)
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