viernes, 13 de septiembre de 2013

Carta 6 - "La ética, fundamento último de un Proyecto Emancipador."

Sábado 9 de febrero de 2013.
Carta 6.- A los jóvenes                                                                                         
La ética, fundamento último de un Proyecto Emancipador.

Empecemos por lo cotidiano.
  Cristina se pone nerviosa cada vez que le piden explicación sobre el crecimiento descomunal de su patrimonio. Se irritó en Harvard y se puso frenéticamente twittera ante una interpelación bienintencionada de Ricardo Darín. Pero no logró explicar cómo los 6 millones con los que llegaron (Él y Ella) al Poder Ejecutivo Nacional en 2003 se transformaron en 80 en 2011. Como nunca explicaron (Él y Ella) la administración y el destino de los 600 millones de dólares que llegaron a Santa Cruz como recompensa por haber sido los abanderados de la privatización de YPF.
  Muchos de sus seguidores también se fastidian y nos enrostran que “el modelo de crecimiento económico con inclusión social” requiere de una dirigencia liberada de presiones económicas. Tampoco responden: ¿Cómo se acrecentó el patrimonio? ¿Hasta dónde necesitaban que creciera? ¿En qué momento van a lograr la tranquilidad para no tener necesidad de seguir incrementándolo?


El fin no justifica los medios

    Otros sostienen que: “El fin justifica los medios”. Para el caso tampoco se responde a las siguientes preguntas: ¿Qué relación tiene el medio (enriquecerse), con el fin (ejecutar un proyecto político)? ¿Por qué otros pueden ejecutarlo sin necesidad de enriquecerse? Y ¿Desde cuándo el fin justifica los medios?
No robarás.                                                 
    En este caso, tal vez, estemos hablando del séptimo mandamiento: “no robarás”. No te enriquecerás a expensas de los otros. No acrecentarás tu riqueza por transferencia de bienes públicos. No harás negocios privados con lo que pertenece a todos. No acumularas más patrimonio que el promedio de la sociedad.
Estamos totalmente de acuerdo con estos principios.


Ser realistas sin degradar principios.

     No exigimos a los integrantes de nuestro proyecto socialista, una “entrega total por la causa”. Cuestión que, naturalmente, queda reservada a una definición personal. Entre otras cosas, porque muchas veces exagerada y sobreactuada “la entrega total por la causa”; termina generando su contrario, con personajes enlodados en la acumulación de objetos y riqueza. Eso muestran algunas experiencias en el mundo.
     Exigimos si, con total convicción, respetar el principio de no tomar de la sociedad, sino aquella parte que nos permita desarrollar una buena vida, digna y plena. Sin exuberancia, ni derroche. Y tampoco privaciones, dado que ya hemos dado el salto histórico de “la sociedad de la escasez a la sociedad de la abundancia”; y carecería de sentido realizar “votos de pobreza” para demostrar nuestro compromiso social.
Como observarán creo en los principios rígidos; tanto como que, en la vida cotidiana, debemos actuar con cierta flexibilidad. Sin aceptar jamás (por acción u omisión) convivir con la corrupción. Esto nos distancia del oficialismo, más allá de cualquier otra consideración política.
     Aclarado esto, porque creo que el tiempo histórico político así lo exige, dejo constancia que esta mirada desde la ética tiene una connotación negativa (no robarás) y que, en mi consideración, debemos subir el rol de la ética varios escalones para que pueda cumplir toda su potencialidad positiva.


La ética como sentido del deber ser.

     ¿Existe un deber ser? Entiendo que sí. Dicen que Sócrates lo sintetizó en una frase: “tratando de ser mejor cada día y no cometiendo jamás injusticia alguna”. El esfuerzo por elevarse, por cultivarse, por perfeccionarse; en la vida cotidiana, en la relación familiar, en un oficio, una profesión o la militancia; resulta en una virtud que nos debería llenar de satisfacción y dar sentido a nuestra existencia social. Sin duda nos plantea nuevos desafíos y nos apega a la vida.

     Nadie puede, ni debe, como individuo; olvidarse de sí mismo. Disfrutar de un “buen vivir” nos debe predisponer a sentir que este goce es merecido por todos. Y de allí debiera nacer nuestro espíritu de justicia,  nuestro compromiso social. También el dolor y el sufrimiento de una injusticia pueden inducirnos a la acción social negativa o positiva. Transformar esa fuerza negativa (donde el dolor y el sufrimiento del otro, puede ser considerado “justo”), en un valor positivo (evitarle al otro el dolor y el sufrimiento de la injusticia), es una tarea propia de la ética; como reflexión correctora y virtuosa de los seres humanos.
Ya podemos afirmar que no se trata de una teoría abstracta. Se trata de una praxis (Teoría, práctica, reflexión y práctica “nueva”) En términos generales la podríamos definir así: “el comportamiento Ético es el ejercicio virtuoso de la Libertad, que busca la realización de la Justicia y el Buen Vivir”. Y, en términos particulares, habrá que definirla en cada situación.
   Los mandatos éticos son construcciones del sentir, del pensar y del hacer humano. Que han cambiado a lo largo de la historia conforme el mejor rol social de quienes los defendieron. No son dogmas, pero su imperativo moral induce a comportamientos más elevados.
     No hay ética sin Libertad. Esto es claro. Quién no tiene opciones, quien solo puede recorrer un camino, quien está sometido a un accionar unidireccional por imperio de fuerzas materiales o espirituales; no puede poner en juego ningún principio ético.
     La ética se realiza junto al sentido de lo justo. Observemos, sin embargo, que el sentido de justicia no permanece inmutable tampoco a través del tiempo. Entonces ¿podríamos caer en un relativismo ético? No. Dice Alfredo Palacios en su libro “La Justicia Social” que la justicia: “…podría definírsela como la proporción entre lo que se da y lo que se exige, para que dentro del orden social pueda el hombre (la mujer) cumplir su destino por el desarrollo de todas sus facultades”. “La justicia, en todos los casos, encierra el sentido de proporcionalidad y armonía.” En ese marco genérico, cada sociedad, época, cultura o individuo, apreciará el sentido de lo justo. A nosotros, como partido político, comprometido con las personas y el ambiente, nos corresponde en el tiempo histórico y lugar geográfico que nos ha tocado; definirlo de la manera más precisa y luchar para alcanzarla. Si sostenemos que la emancipación individual, social y nacional, es nuestro objetivo; ese es nuestro “deber ser”, nuestro “deber histórico”, nuestro “exigente desafío ético”, sin otro relativismo que el que nos impone los límites de nuestras propias fuerzas, inteligencia y dudas. Que al fin y al cabo son humanas, y nada tienen que ver con las posibilidades infinitas de los dioses.

     Agrego estas palabras de Alejandro Korn, contestando a quienes piden un criterio para delimitar lo justo y lo injusto. “…el hombre es una personalidad autónoma; las valoraciones que establece frente a los hechos que lo afectan están en su conciencia y no hay ninguna autoridad superior a nuestra conciencia. Esa es una consecuencia forzosa de la afirmación de la personalidad humana. Si formáramos parte de un rebaño, sería el rebaño, pero si somos personalidades autónomas somos nosotros, cada uno dentro de la soberanía de su personalidad el que resuelve; así lo ha hecho la humanidad siempre, y no digo nada nuevo, sino refiero lo que siempre ha ocurrido. Ante los hechos se han levantado espíritus rebeldes, con o sin razón, dispuestos a ir a la guillotina o la hoguera por sus convicciones. Desde el momento en que estoy dispuesto a sacrificar mi existencia por lo que creo justo, ¿Quién decide? No puede haber otro juez u otra autoridad más alta…..Pero decidir cada uno, en la práctica sería la anarquía.”
      Sigue: “El hombre no puede ser un águila aislada; puede subir a la hoguera o el cadalso por sus convicciones, pero el hombre no puede irse a la pampa y vivir solo y aislado de la sociedad. Está dentro de la sociedad y tiene que desenvolverse en ella; tiene que ejercer siempre su influencia en los semejantes, si quiere realizar el ideal de justicia, si quiere evitar la injusticia.”


La ética como fuerza moral del cambio social.
       La construcción de una nueva sociedad es una aspiración ética que nos induce a luchar por ella. Por eso nos organizamos como fuerza política. Y dejamos el discernimiento, si el cambio sobrevendrá de un salto o de a poco, para aquellos observadores que tienen un cronómetro para medir la historia. Defendemos la idea de socialismo como legado histórico frente al capitalismo. Mientras este saca su motivación y mantiene el deseo a partir de la optimización de la renta del Capital, para lo cual no se detiene ante impedimento moral alguno; “El socialismo aspira a fundar una sociedad sobre la libertad y la justicia social. -Palacios- Parte de un juicio moral sobre la injusticia del régimen capitalista actual, y considera a la justicia un imperativo moral.

       A sabiendas que, el siglo XXI, reclama nuevas respuestas que den lugar a la cuestión nacional, regional y mundial, ambiental, cultural, del  desarrollo económico, de defensa de la biodiversidad, etc. Nuestra pretensión sigue siendo edificar la nueva sociedad en un sistema de valores distinto. Y si bien aceptamos que en el curso del desarrollo de los acontecimientos, por efecto de las luchas sociales, los valores (entre lo nuevo que nace y lo viejo que perece), se entremezclan generando gran confusión; seguimos sosteniendo que: en nuestra realidad de país saqueado, de capitalismo subordinado y periférico, prevalecen los valores primitivos del capitalismo.
      Tratamos de diagnosticar con claridad y actuar en consecuencia. Si este sistema, al solo efecto de preservar su  propia supervivencia, adopta elementos solidarios propios del régimen por venir; les decimos: bienvenidos. Al mismo tiempo que señalamos que no alcanzan a torcer el rumbo de un sistema depredador del ser humano y la naturaleza. Por eso no cambiamos la aspiración de fondo que es fundar la nueva sociedad.
      Para avanzar un paso más en esta carta voy a hacer una reflexión acerca de la relación entre la mirada científica de la historia y la intervención ética de los seres humanos en el curso de los acontecimientos. 
      Carlos Marx, en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859) dice:
“...en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

       A partir de esta frase se trató de asignarle al “socialismo” la pretensión de un determinismo en el que las mujeres y los hombres nada podrían hacer, sino esperar a que las condiciones materiales de existencia permitieran la realización de los cambios deseados.
      Esta interpretación unilateral y absurda se daba de bruces con la propia convocatoria del autor de la frase a los trabajadores “proletarios de todos los países uníos”. ¿Unirse para qué? Para realizar una nueva sociedad donde el “hombre dejara de ser el lobo del hombre”, para relacionarse entre sí como verdaderos hermanos.
      La tesis de fondo la podríamos sintetizar de esta manera: Cuando las mujeres y los hombres comienzan a tener una comprensión cabal de las relaciones de producción; es decir no una mirada idílica o mistificada sino científica, ya serán dueños de intervenir en el cambio de estas “relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales”. Y en esa “comprensión e intervención” comenzará a observarse la posibilidad de transitar por más de un camino. No arbitrario, sino condicionado por esa misma realidad determinada. Y con “inteligencia y creatividad”, proponer “otro camino posible”. Allí nace la “Libertad” para una clase social subordinada y sometida por siglos a reglas y principios que desconocía y sobre los que nada podía hacer. Ahora conquistada esta “Libertad” por la “comprensión y la intervención” y en ejercicio de su “inteligencia y creatividad”, deberá definir hacia donde se orienta ese “otro camino”, que sin duda deberá ser la Justicia. Se estará transitando del “reino de la necesidad” que ciegamente impuso las condiciones materiales de existencia a los seres humanos, al “reino de la libertad” donde los seres humanos comienzan a edificar el edificio social conforme a firmes reglas éticas orientadas a la justicia, como camino al buen vivir de todos y todas, en una sociedad donde la realización del conjunto se sostenga en la realización de cada uno.
Así la sociedad democrática será dueña de su destino. Y “el comportamiento Ético será el ejercicio virtuoso de la Libertad, que busca la realización de la Justicia y el Buen Vivir”.
     Otro escalón tendrá que ver con la ética en el impetuoso desarrollo científico y tecnológico.

     Para no extenderme voy a decir que la ciencia y la tecnología no tienen mandamientos éticos per se. El viejo ejemplo que un cuchillo en unas manos salva una vida y en otras termina con una vida, alcanza para comprender que es la ética la que distingue un comportamiento de otro.
     El asunto es que la ciencia y la tecnología son el fruto de los principios y valores que dominan una sociedad.
     Por ejemplo una de las industrias de punta con mayor desarrollo científico y tecnológico es la armamentista. Su evolución es incesante. Las inversiones en investigación y desarrollo enormes. Sus productos maravillan. Pero son armas para asesinar, aterrorizar, amedrentar y dominar. No puede ser admisible que en un mundo con 4/5 partes hundidas en la pobreza y mil millones de seres humanos sometidos al hambre, las sociedades más pudientes derrochen cifras multimillonarias en armarse cada día más. Ni hablar de la carrera nuclear, apocalipsis sufrido el 6 de agosto de 1945 por la población japonesa de Hiroshima y tres días después por la de Nagasaki, y hoy amenaza la supervivencia de la Humanidad en las ojivas de miles de misiles apuntando estratégicamente sobre las zonas más pobladas del planeta. Por eso la lucha por el desarme es una lucha ética en la que debemos estar enrolados. Sin infantilismos, pero allí debemos estar.
     Alguien podría decir que hay desarrollo científico para la vida, por ejemplo en la industria farmacéutica. Falso. Es para el negocio. Medicamentos superiores no salen en defensa de la vida porque terminan con el negocio de la producción de medicamentos que no curan pero se venden en forma permanente. Lo denunció un premio Nobel de medicina hace años, sin que se pudiera cambiar la regla: se produce para ganar dinero, no para curar.
     Si observamos otra rama que podría reivindicarse es la que busca mejorar la producción de alimentos. De nuevo. Ahí tenemos a Monsanto. Desarrollando mutaciones genéticas que solo buscan mejorar el rendimiento/ganancia. Nadie sabe cuáles serán las consecuencias futuras de estas mutaciones, nadie responde sobre cuanto agro-tóxico se puede depositar en una parcela de tierra sin envenenarla, nadie da cuenta de la bio-diversidad asesinada en nombre del progreso. La fiebre de la ganancia en la multinacional, en quien produce y en el gobierno, impulsan a su extensión. Incluso devastando bosques y la vida humana, animal y vegetal que ella contiene. ¿Quién rompe esta Alianza sino una reflexión ética cuyo objeto sea la Justicia y el Buen Vivir?
    La ética pasa de simple reflexión a poder real cuando es asumida por muchas cabezas, anuda relaciones en nuevas organizaciones y disputa en el terreno ideológico, político y propagandístico. Da lucha a lo establecido y abre una perspectiva mejor para el desarrollo de la vida.
   
    Teniendo el tema tantas aristas dejo sentadas estas pocas líneas como rectoras de nuestro Proyecto Político.

Mario Mazzitelli.
Sec. Gral. Nac. del PSA (Argentino)


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