Sábado
9 de febrero de 2013.
Carta
6.- A los jóvenes
La
ética, fundamento último de un Proyecto Emancipador.
Empecemos
por lo cotidiano.
Cristina se pone nerviosa cada vez que le piden explicación sobre el
crecimiento descomunal de su patrimonio. Se irritó en Harvard y se puso
frenéticamente twittera ante una
interpelación bienintencionada de Ricardo Darín. Pero no logró explicar cómo
los 6 millones con los que llegaron (Él y Ella) al Poder Ejecutivo Nacional en
2003 se transformaron en 80 en 2011. Como nunca explicaron (Él y Ella) la
administración y el destino de los 600 millones de dólares que llegaron a Santa
Cruz como recompensa por haber sido los abanderados de la privatización de YPF.
Muchos de sus seguidores también se fastidian y nos enrostran que “el modelo de
crecimiento económico con inclusión social” requiere de una dirigencia liberada
de presiones económicas. Tampoco responden: ¿Cómo se acrecentó el patrimonio?
¿Hasta dónde necesitaban que creciera? ¿En qué momento van a lograr la
tranquilidad para no tener necesidad de seguir incrementándolo?
El
fin no justifica los medios
Otros sostienen que: “El
fin justifica los medios”. Para el caso tampoco se responde a
las siguientes preguntas: ¿Qué relación tiene el medio (enriquecerse), con el
fin (ejecutar un proyecto político)? ¿Por qué otros pueden ejecutarlo sin
necesidad de enriquecerse? Y ¿Desde cuándo el fin justifica los medios?
No
robarás.
En este caso, tal vez, estemos hablando del séptimo mandamiento: “no robarás”. No
te enriquecerás a expensas de los otros. No acrecentarás tu riqueza por
transferencia de bienes públicos. No harás negocios privados con lo que
pertenece a todos. No acumularas más patrimonio que el promedio de la sociedad.
Estamos
totalmente de acuerdo con estos principios.
Ser
realistas sin degradar principios.
No exigimos a los integrantes de nuestro proyecto socialista, una
“entrega total por la causa”. Cuestión que, naturalmente, queda reservada a una
definición personal. Entre otras cosas, porque muchas veces exagerada y
sobreactuada “la entrega total por la causa”; termina generando su contrario,
con personajes enlodados en la acumulación de objetos y riqueza. Eso muestran
algunas experiencias en el mundo.
Exigimos si, con total convicción, respetar el principio de no tomar de la sociedad, sino aquella
parte que nos permita desarrollar una buena vida, digna y plena.
Sin exuberancia, ni derroche. Y tampoco privaciones, dado que ya hemos
dado el salto histórico de “la sociedad de la escasez a la sociedad de la
abundancia”; y carecería de sentido realizar “votos de pobreza” para demostrar
nuestro compromiso social.
Como
observarán creo en los principios rígidos; tanto como que, en la vida
cotidiana, debemos actuar con cierta flexibilidad. Sin aceptar jamás (por
acción u omisión) convivir con la corrupción. Esto nos distancia del oficialismo,
más allá de cualquier otra consideración política.
Aclarado esto, porque creo que el tiempo histórico político así lo
exige, dejo constancia que esta mirada desde la ética tiene una connotación
negativa (no robarás) y que, en mi consideración, debemos subir el rol de la ética
varios escalones para que pueda cumplir toda su potencialidad positiva.
La
ética como sentido del deber ser.
¿Existe un deber ser? Entiendo que sí. Dicen que Sócrates lo
sintetizó en una frase: “tratando
de ser mejor cada día y no cometiendo jamás injusticia alguna”. El
esfuerzo por elevarse, por cultivarse, por perfeccionarse; en la vida
cotidiana, en la relación familiar, en un oficio, una profesión o la
militancia; resulta en una virtud que nos debería llenar de satisfacción y dar
sentido a nuestra existencia social. Sin duda nos plantea nuevos desafíos y nos
apega a la vida.
Nadie puede, ni debe, como individuo; olvidarse de sí mismo. Disfrutar
de un “buen vivir” nos debe predisponer a sentir que este goce es merecido por
todos. Y de allí debiera nacer nuestro espíritu de justicia, nuestro
compromiso social. También el dolor y el sufrimiento de una injusticia pueden
inducirnos a la acción social negativa o positiva. Transformar esa fuerza
negativa (donde el dolor y el sufrimiento del otro, puede ser considerado
“justo”), en un valor positivo (evitarle al otro el dolor y el sufrimiento de
la injusticia), es una tarea propia de la ética; como reflexión correctora y
virtuosa de los seres humanos.
Ya
podemos afirmar que no se trata de una teoría abstracta. Se trata de una praxis
(Teoría, práctica, reflexión y práctica “nueva”) En términos generales la
podríamos definir así: “el
comportamiento Ético es el ejercicio virtuoso de la Libertad , que busca la
realización de la Justicia
y el Buen Vivir”. Y, en términos particulares, habrá que
definirla en cada situación.
Los mandatos éticos son construcciones del sentir, del pensar y del hacer
humano. Que han cambiado a lo largo de la historia conforme el mejor rol social
de quienes los defendieron. No son dogmas, pero su imperativo moral induce a
comportamientos más elevados.
No hay ética sin Libertad. Esto
es claro. Quién no tiene opciones, quien solo puede recorrer un camino, quien
está sometido a un accionar unidireccional por imperio de fuerzas materiales o
espirituales; no puede poner en juego ningún principio ético.
La ética se realiza junto al sentido
de lo justo. Observemos, sin embargo, que el sentido de
justicia no permanece inmutable tampoco a través del tiempo. Entonces ¿podríamos
caer en un relativismo ético? No. Dice Alfredo Palacios en su libro “La Justicia Social ”
que la justicia: “…podría definírsela como la proporción entre lo que se da y
lo que se exige, para que dentro del orden social pueda el hombre (la mujer)
cumplir su destino por el desarrollo de todas sus facultades”. “La justicia, en
todos los casos, encierra el sentido de proporcionalidad y armonía.” En ese
marco genérico, cada sociedad, época, cultura o individuo, apreciará el sentido
de lo justo. A nosotros, como partido político, comprometido con las personas y
el ambiente, nos corresponde en el tiempo histórico y lugar geográfico que nos
ha tocado; definirlo de la manera más precisa y luchar para alcanzarla. Si
sostenemos que la emancipación individual, social y nacional, es nuestro
objetivo; ese es nuestro “deber ser”, nuestro “deber histórico”, nuestro
“exigente desafío ético”, sin otro relativismo que el que nos impone los
límites de nuestras propias fuerzas, inteligencia y dudas. Que al fin y al cabo
son humanas, y nada tienen que ver con las posibilidades infinitas de los
dioses.
Agrego estas palabras de Alejandro Korn, contestando a quienes
piden un criterio para delimitar lo justo y lo injusto. “…el hombre es una personalidad
autónoma; las valoraciones que establece frente a los hechos
que lo afectan están en su conciencia y no hay ninguna autoridad superior a
nuestra conciencia. Esa es una consecuencia forzosa de la afirmación de la
personalidad humana. Si formáramos parte de un rebaño, sería el rebaño, pero si
somos personalidades autónomas somos nosotros, cada uno dentro de la soberanía
de su personalidad el que resuelve; así lo ha hecho la humanidad siempre, y no
digo nada nuevo, sino refiero lo que siempre ha ocurrido. Ante los hechos se han
levantado espíritus rebeldes, con o sin razón, dispuestos a ir a la guillotina
o la hoguera por sus convicciones. Desde el momento en que estoy dispuesto a
sacrificar mi existencia por lo que creo justo, ¿Quién decide? No puede haber
otro juez u otra autoridad más alta…..Pero decidir cada uno, en la práctica
sería la anarquía.”
Sigue: “El hombre no puede ser un águila aislada; puede subir a
la hoguera o el cadalso por sus convicciones, pero el hombre no puede irse a la
pampa y vivir solo y aislado de la sociedad. Está dentro de la sociedad y tiene
que desenvolverse en ella; tiene que ejercer siempre su influencia en los
semejantes, si quiere realizar el ideal de justicia, si quiere evitar la
injusticia.”
La
ética como fuerza moral del cambio social.
La construcción de una nueva sociedad
es una aspiración ética que nos induce a luchar por ella. Por eso nos
organizamos como fuerza política. Y dejamos el
discernimiento, si el cambio sobrevendrá de un salto o de a poco, para aquellos
observadores que tienen un cronómetro para medir la historia. Defendemos la
idea de socialismo como legado histórico frente al capitalismo. Mientras este
saca su motivación y mantiene el deseo a partir de la optimización de la renta
del Capital, para lo cual no se detiene ante impedimento moral alguno; “El socialismo aspira a fundar una
sociedad sobre la libertad y la justicia social. -Palacios- Parte de un juicio
moral sobre la injusticia del régimen capitalista actual, y considera a la
justicia un imperativo moral.”
A sabiendas que, el siglo XXI, reclama nuevas respuestas
que den lugar a la cuestión nacional, regional y mundial, ambiental, cultural,
del desarrollo económico, de defensa de la biodiversidad, etc.
Nuestra pretensión sigue siendo edificar la nueva sociedad en un sistema de
valores distinto. Y si bien aceptamos que en el curso del desarrollo de los
acontecimientos, por efecto de las luchas sociales, los valores (entre lo nuevo
que nace y lo viejo que perece), se entremezclan generando gran confusión;
seguimos sosteniendo que:
en nuestra realidad de país saqueado, de capitalismo subordinado y periférico,
prevalecen los valores primitivos del capitalismo.
Tratamos de diagnosticar con claridad y actuar en consecuencia.
Si este sistema, al solo efecto de preservar su propia
supervivencia, adopta elementos solidarios propios del régimen por venir; les
decimos: bienvenidos. Al mismo tiempo que señalamos que no alcanzan a torcer el
rumbo de un sistema depredador del ser humano y la naturaleza. Por eso no cambiamos la aspiración de
fondo que es fundar la nueva sociedad.
Para avanzar un paso más en esta carta voy a hacer una reflexión
acerca de la relación entre la mirada científica de la historia y la
intervención ética de los seres humanos en el curso de los
acontecimientos.
Carlos Marx, en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política
(1859) dice:
“...en
la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones
necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que
corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia
del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia.”
A partir de esta frase se trató de asignarle al
“socialismo” la pretensión de un determinismo en el que las mujeres y los
hombres nada podrían hacer, sino esperar a que las condiciones materiales de
existencia permitieran la realización de los cambios deseados.
Esta interpretación unilateral y absurda se daba de bruces con la
propia convocatoria del autor de la frase a los trabajadores “proletarios de
todos los países uníos”. ¿Unirse para qué? Para realizar una nueva sociedad
donde el “hombre dejara de ser el lobo del hombre”, para relacionarse entre sí
como verdaderos hermanos.
La tesis de fondo la podríamos sintetizar de esta manera: Cuando
las mujeres y los hombres comienzan a tener una comprensión cabal de las
relaciones de producción; es decir no una mirada idílica o mistificada sino
científica, ya serán dueños de intervenir en el cambio de estas
“relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales”. Y en esa “comprensión e intervención” comenzará
a observarse la posibilidad de transitar por más de un camino. No arbitrario,
sino condicionado por esa misma realidad determinada. Y con “inteligencia y creatividad”, proponer “otro camino posible”. Allí
nace la “Libertad” para
una clase social subordinada y sometida por siglos a reglas y principios que
desconocía y sobre los que nada podía hacer. Ahora conquistada esta “Libertad” por
la “comprensión y la intervención” y en ejercicio de su “inteligencia y
creatividad”, deberá definir hacia donde se orienta ese “otro camino”, que sin
duda deberá ser la Justicia. Se
estará transitando del “reino
de la necesidad” que ciegamente impuso las condiciones
materiales de existencia a los seres humanos, al “reino de la libertad” donde
los seres humanos comienzan a edificar el edificio social conforme a firmes
reglas éticas orientadas a la justicia, como camino al buen vivir de todos y
todas, en una sociedad donde la realización del conjunto se sostenga en la
realización de cada uno.
Así
la sociedad democrática será dueña de su destino. Y “el comportamiento Ético
será el ejercicio virtuoso de la
Libertad , que busca la realización de la Justicia y el Buen
Vivir”.
Otro escalón tendrá que ver con la ética en el impetuoso
desarrollo científico y tecnológico.
Para no extenderme voy a decir que la ciencia y la tecnología no
tienen mandamientos éticos per se.
El viejo ejemplo que un cuchillo en unas manos salva una vida y en otras
termina con una vida, alcanza para comprender que es la ética la que distingue
un comportamiento de otro.
El asunto es que la ciencia y la tecnología son el fruto de los
principios y valores que dominan una sociedad.
Por ejemplo una de las industrias de punta con mayor desarrollo
científico y tecnológico es la armamentista. Su evolución es incesante. Las
inversiones en investigación y desarrollo enormes. Sus productos maravillan.
Pero son armas para asesinar, aterrorizar, amedrentar y dominar. No puede ser
admisible que en un mundo con 4/5 partes hundidas en la pobreza y mil millones
de seres humanos sometidos al hambre, las sociedades más pudientes derrochen
cifras multimillonarias en armarse cada día más. Ni hablar de la carrera
nuclear, apocalipsis sufrido el 6 de agosto de 1945 por la población japonesa
de Hiroshima y tres días después por la de Nagasaki, y hoy amenaza la
supervivencia de la
Humanidad en las ojivas de miles de misiles apuntando
estratégicamente sobre las zonas más pobladas del planeta. Por eso la lucha por
el desarme es una lucha ética en la que debemos estar enrolados. Sin
infantilismos, pero allí debemos estar.
Alguien podría decir que hay desarrollo científico para la vida,
por ejemplo en la industria farmacéutica. Falso. Es para el negocio.
Medicamentos superiores no salen en defensa de la vida porque terminan con el
negocio de la producción de medicamentos que no curan pero se venden en forma
permanente. Lo denunció un premio Nobel de medicina hace años, sin que se
pudiera cambiar la regla: se produce para ganar dinero, no para curar.
Si observamos otra rama que podría reivindicarse es la que busca
mejorar la producción de alimentos. De nuevo. Ahí tenemos a Monsanto.
Desarrollando mutaciones genéticas que solo buscan mejorar el
rendimiento/ganancia. Nadie sabe cuáles serán las consecuencias futuras de
estas mutaciones, nadie responde sobre cuanto agro-tóxico se puede depositar en
una parcela de tierra sin envenenarla, nadie da cuenta de la bio-diversidad
asesinada en nombre del progreso. La fiebre de la ganancia en la multinacional,
en quien produce y en el gobierno, impulsan a su extensión. Incluso devastando
bosques y la vida humana, animal y vegetal que ella contiene. ¿Quién rompe esta
Alianza sino una reflexión ética cuyo objeto sea la Justicia y el Buen Vivir?
La ética pasa de simple reflexión a poder real cuando es asumida por
muchas cabezas, anuda relaciones en nuevas organizaciones y disputa en el
terreno ideológico, político y propagandístico. Da lucha a lo establecido y
abre una perspectiva mejor para el desarrollo de la vida.
Teniendo el tema tantas aristas dejo sentadas estas pocas líneas como
rectoras de nuestro Proyecto Político.
Mario
Mazzitelli.
Sec.
Gral. Nac. del PSA (Argentino)
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