viernes, 13 de septiembre de 2013

Carta 18 - "Inseguridad."

Jueves, 12 de septiembre de 2013.
Carta 18.- A los jóvenes.
“Inseguridad.”

Un profundo rediseño social puede traer aparejada una sociedad más segura.

            El gobierno está disgustado. Perdió las elecciones del 11 de agosto y busca, desesperadamente, revertir el resultado. Cambia funcionarios, instituciones, políticas y principios.

            Lo más destacado es: 1.- el anuncio de Insaurralde de presentar un proyecto de ley para bajar la edad de imputabilidad, coincidente con el de De Narváez y 2.- en el gobierno de la provincia de Buenos Aires la designación en Seguridad del Intendente Granados.

            El oficialismo quiere mostrar que toma la agenda de la gente. Está bien. Pero en el apuro se vuelve a equivocar.

            Granados representa el lado más oscuro. “Quiere comerse crudo a los delincuentes”. Un verdadero caníbal en el GBA. Cree que la seguridad se logra a los tiros. Es decir habría un conjunto de malvados delincuentes que merecen lo peor. Y una vez que un rayo caiga sobre ellos, la sociedad disfrutará los beneficios de la seguridad. Ahora se le sumo Hugo Curto de Tres de Febrero que dice que tiene armas en la casa y sabe disparar. Granados y Curto no parecen preguntarse ¿Por qué cada vez hay más delincuentes? ¿Por qué el crimen organizado se despliega cada día más en la Argentina? ¿Por qué sube el tráfico, el consumo y la importación/exportación de drogas a niveles alarmantes? ¿Por qué se corrompen nuestras fuerzas de seguridad? No se preguntan ¿Por qué en el final de una década ganada tenemos tantos chicos cometiendo delitos o destrozando su futuro con el consumo de paco? ¿Qué los lleva a esos chicos a perder el apego por la vida (La propia y al extraña.)? A Granados ….. ¿Quién le dijo que incrementando de 58.000 a 100.000 agentes todo va a andar mejor? En fin. Fracaso asegurado. 
           
            Insaurralde está entre la espada y la pared. El oficialismo puso sobre sus hombros el peso de lograr un triunfo electoral en el mayor distrito argentino y el electorado elige a otro que el ofrece “más seguridad”. Entonces pide un debate sobre la inseguridad. Eso es bueno. Pero está mal orientado. Por dos razones. Por un lado porque vuelve a buscar en los menores la responsabilidad. Y por otro porque habla de “inclusión social”. Debería entender que estos chicos están incluidos socialmente. Incluidos por las organizaciones delictivas que tuvieron más éxito para reclutarlos. Y por eso se portan así. Es natural. Son el fruto de haber nacido y crecido en esta sociedad corrompida por el dinero, el consumismo y el afán de lucro. 

            La nuestra es una sociedad que está en condiciones de satisfacer las necesidades materiales de todos sus integrantes. Pero que genera seres permanentemente insatisfechos. Justificados, quizás, en los casos de sub-consumo. Pero insatisfechos también los que sobre-consumen. No es a esta sociedad a la que debemos incluirlos.

            Tal vez, junto con ellos, podamos plantearnos “en que sociedad queremos vivir”. Con que valores y principios, sobre qué bases materiales. Y entonces las energías de los niños y jóvenes que tienen su metabolismo a 1000, y tienen por misión ser portadores del cambio, encuentren motivaciones para vivir de otra manera. Para un buen vivir. Para que no haya soledad, ni abandono, ni indiferencia. Para que nos podamos contener afectivamente, hacer crecer el apego por la vida y buscar honrarla. Eso tan difícil que nos planteara Eladia Blázquez.

            No. No es idealismo abstracto el que planteo. Es la expresión de una crisis existencial que cruza a nuestra sociedad, y no verla constituye una ceguera política de magnitud.

            Entonces no se trata de mayores penas, más represión, más parasitismo social volcado al castigo. No será tampoco la mirada sesgada, paternalista e interesada de la representación política la que encontrará la solución.

            Se trata de ver cómo, a través de una Democracia Participativa, se debate la cuestión, se diseñan buenas políticas y se las ejecuta de manera eficiente articulando a todos los actores. De esta manera se pone en su lugar al verdadero actor de la historia; al que tiene que definir su futuro y adueñarse de su destino. El pueblo. Sin protagonismo popular que asuma el tema de la seguridad con todas las implicancias que esto tiene; no habrá solución. Parafraseando el viejo dicho: “La inseguridad es una cuestión demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Y aún menos de los policías. Y peor todavía, en manos de los represores frustrados.” En la Argentina del siglo XXI todos podemos brindarle a nuestra comunidad un grano de maíz para que sea mejor. Asumir esta responsabilidad como individuos es el camino. Hacia allí hay que orientar los esfuerzos. Y ahí sí, los intendentes y todas las organizaciones del Pueblo tienen mucho para aportar. La solución viene de abajo. Y los de arriba sólo tienen que ponerse a su servicio.

            Mario Mazzitelli

            El 28/10 de 2008 escribí la nota “Un fantasma de pantalones cortos…” que pego abajo ampliando mi mirada sobre esta cuestión.  

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“Un fantasma de pantalones cortos recorre la provincia de Buenos Aires.”
(Y bien podría ser el culpable de la ola de inseguridad que nos aqueja.)

                    Hace apenas unos momentos los vecinos de San Isidro se movilizaron. “La sensación de inseguridad es producto de la realidad” leyó Juan Carr de Red Solidaria. Hace apenas 5 días fue asesinado el Ingeniero Ricardo Barrenechea y la sensibilidad y la indignación se expresó en la gran concurrencia de vecinos frente a la Municipalidad. Hablaron el rabino Sergio Bergman, el padre Gustavo Gallino y algunos familiares de víctimas del delito. No podía faltar el inefable Blumberg que convocó a una marcha.
 
                     Peticionar ante las autoridades y defender el derecho a la vida, sostenido por quienes hicieron mejor uso del micrófono, resulta un dato positivo. Expresar el dolor es un buen síntoma. No sólo se pide seguridad y justicia para “uno”, sino también para el “otro”. Democracia, paz, seguridad y justicia, fueron términos centrales en los discursos de los religiosos. Debemos prestar fuerte atención a esta demanda ciudadana, incuestionable por cierto.

                     Más no debería obnubilarnos. La seguridad o inseguridad no es un fruto que se logra de un día para otro, en forma mágica. Hoy cosechamos lo que sembramos hace años. En la provincia se utilizaron métodos racionales y métodos fascistas. La seguridad nunca llegó. Y las soluciones que se empiezan a pedir, en algunos casos parecen mágicas. Para lograr una solución mágica hay que buscar al responsable. Y lo encontraron: son los chicos de 14 a 16 años. “Que se adecuen las leyes sobre responsabilidad penal de los menores, con expresa relación a la gravedad del hecho, evitándose que delincuentes peligrosos anden libres por las calles poniendo en riesgo a la comunidad” dice el documento que leyó Juan Carr.

                     Al poder político le resulta oportuno encontrar un chivo expiatorio. Daniel
Scioli pidió acelerar el debate para bajar la edad de imputabilidad. “El ministro de Justicia de la
provincia, Ricardo Casal, advirtió que es hora de que el Congreso debata de una vez por todas si los menores entre 14 y 16 años, para ciertos delitos graves, tienen o no responsabilidad penal”.

                    El gobernador bonaerense prepara la policía de la provincia, más los contingentes provenientes de la Federal y Gendarmería. Y sale a enfrentarlos. Empieza por el final. Bajar la edad de imputabilidad. Ya no será “pantalón cortito bolsita de los recuerdos”. Ahora será guerra a los sospechosos de pantalones cortos. Que esconden armas. Son ladrones. Asesinos. Tiran sin contemplación y nos matan. Sobre ellos al ataque.

                   Hoy necesitaríamos muchas voces como las de Emilio Zola, en la defensa del Capitán Alfred Dreyfus, cuando ante los tribunales desnudó un sistema corrompido que descargaba sobre Dreyfus una acusación infundada.

Quizás podría afirmar que:

             Los chicos entre 14 y 16 años nacieron entre 1992 y 1994. Plena orgía menemista.
            Y después de relatar lo acontecido en esos años decir:

-          Yo acuso a Carlos Saúl Menem, de traidor a la Patria y responsable directo del derrumbe social que hundió a más de 4 millones de nuestros niños en la miseria, la indigencia y la exclusión.
-          Yo acuso al FMI y gran parte de la dirigencia argentina por la des-industrialización que quebró las fuentes laborales, creadoras de riqueza y de la cultura del trabajo.
-          Yo acuso a Domingo Felipe Cavallo, personaje siniestro salido de las entrañas de la Dictadura Militar y co-responsable de los actos de defalco contra el Estado y responsable de los índices más altos de desocupación.
-          Yo acuso a todos los cómplices que por acción u omisión permitieron este hundimiento sin resistencia ni denuncia.
-          Yo acuso a los indiferentes, a los individualistas y neo-liberales, escondidos en sus madrigueras, sólo pensando en sus intereses y ajenos al drama de los demás, devenidos en fascistas cuando la realidad que han ayudado a construir se mete en sus refugios.
-          Yo acuso a Fernando De La Rua, que pudiendo cambiar las cosas, continúo con la miserable política y ayudó a empeorar aún más la condición social.
-          Yo acuso a los Jueces que ponen el acento en el patrimonio antes que en la vida.
-          Yo acuso a quienes nos gobiernan y no han erradicado el hambre, el Mal de Chagas, la deserción escolar, las caries de la boca de los chicos, el déficit de viviendas.
-          Yo acuso a quienes construyen poder político sobre la base del clientelismo, destruyendo la dignidad de los padres.
-          Yo acuso a quienes siguen conviviendo con una distribución de la riqueza que concentra en pocas manos el producto de la sociedad y abandona a las mayorías populares y en particular los niños.
-          Yo acuso a los que soportan el saqueo de nuestros recursos naturales, con la degradación social, sanitaria y ambiental que esto acarrea.
-          Yo acuso a quienes piden condenas para los niños, sin asumir la responsabilidad que tienen como integrantes mayores de la sociedad.

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No existe la seguridad absoluta.”

                    Los niveles de seguridad se pueden elevar. Pero hay que decir que será el fruto de un el plan integral. Consensuado en el marco de una sociedad democrática. Discutido con la totalidad de los actores. ¿Podrá el capitalismo basado en el dinero y la cultura de los mayores niveles de consumo, darnos el marco adecuado para una sociedad segura? ¿Se podrá garantizar un alto grado de seguridad en una megalópolis como el área metropolitana de Buenos Aires con 14 millones de habitantes? Siempre algo se puede hacer y hacerlo es un deber. Decir que el plan tiene que ser integral, es decir que tiene que empezar por fortalecer el eslabón más débil de la sociedad capitalista: la relación entre la madre trabajadora y sus niños. Enaltecer esta relación constituye un elemento central. Sobre esta base será posible construir todo el edificio de una sociedad más justa.  La paz, entonces, será un fruto natural. Y la punición sólo un recurso excepcional.

                Amor, alimentación, salud, ejemplo, cultura, educación, trabajo y vivienda, son sin lugar a dudas otros pilares esenciales. Sobre ellos hay que actuar. La superestructura del Estado puede agregar prevención. También las labores policiales de disuasión. Los vecinos deben ayudar a prevenir y a disuadir. De hecho en muchos barrios han creado numerosas formas de ganar seguridad sobre la base de la solidaridad. Necesitamos un sistema judicial que actúe con rapidez y eficiencia evitando la impunidad. No puede tardar años en resolver un caso. No puede detenerse cuando atrás está el poder. Un caso esclarecido rápidamente y con condena vale más que una amenaza terrible pero de escasa probabilidad de realización. De hecho la mayoría de los delitos no se denuncia, la mayoría de las denuncias no se esclarece y la condena termina siendo una parte infinitesimal del conjunto de delitos. Muchos de los que están presos no están condenados. Y en este contexto el código penal no es el problema, aunque siempre se lo pueda cambiar y perfeccionar. El régimen carcelario apesta por donde se lo mire y resulta más una fuente de perfeccionamiento en el ejercicio del delito, que el tránsito hacia una reinserción segura. Hoy la inseguridad avanzó sobre nuestro territorio de la mano del narcotráfico. Los carteles ya están en la Argentina y el crimen organizado se tomó sus víctimas. Además del tráfico de drogas, se ensancha el mercado del tráfico de armas. El dinero corrompe en alto grado a diversos actores de la sociedad y del Estado. Hasta dinero de narcotráfico se mezcló en las campañas políticas en 2007 enturbiando aún más la confianza del pueblo en las instituciones democráticas.

Como vemos la trama es muy compleja. Y en este contexto la actitud demagógica y poco seria del poder político se muestra como una nueva expresión del drama nacional. Parecen querer decirnos que se ocuparán de los peligrosos niños de pantalones cortos, para que no interrumpan la feliz velada de los ladrones de guante blanco. Y eso resulta inaceptable. 

Mario Mazzitelli.
Octubre 28 de 2008.



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